Durante muchos años trabajé en una empresa en la que, todos los miércoles, los jefes de departamento nos reuníamos simplemente para hablar de las actividades que estábamos haciendo, los proyectos que teníamos entre manos y demás. Cada uno explicaba con relativo detalle lo suyo y los otros jefes aprovechaban para hacer preguntas o comentarios, lo cual resultaba tremendamente enriquecedor no solo por el intercambio de información (siempre es útil saber que tal recurso se está utilizando o desarrollando en tal sitio por si en el futuro puedes aprovecharlo o recurrir a ese conocimiento) sino sobre todo porque obligaba a todo el mundo a colaborar. Los egoísmos o ineficiencias quedaban expuestos y se hacía evidente quién estaba trabajando por el bien del equipo y quién no, y el resultado era tan aplastentemente bueno que desde el primer día yo entendí pefectamente por qué esta empresa está en el top 3 mundial en su sector. Cero compartimentos estancos, cero secretos, cero toxicidad, solo gente empujando en la misma dirección para que ganáramos todos.
Si la empresa ya iba bien, un día hubo un relevo en la dirección de nuestra sede y llegó un jefe nuevo que introdujo un pequeñísimo cambio que tuvo unas consecuencias tremendas. Hasta entonces la cosa era como les he contado, pero es que este nuevo director empezó a pedir fechas. Cuando alguien decía "estamos haciendo esto y esto, que consiste en esto y esto, va a dar estos resultados, y los departamentos X, Y y Z van a poder usarlo para esto y lo otro" intervenía él al final y decía "cuándo". El responsable tenía que dar una fecha (que no le imponían, la fijaba él a su criterio) y el director simplemente asentía, iba a su agenda, se apuntaba para la reunión que tocara en esos días "preguntar por X" y tras esto la reunión seguía sin más.
Y cuando llegaba la reunión de ese día todo el mundo hacía sus exposiciones normalmente y al final hablaba él, sacaba la agenda y decía "veo que hoy me tocaba preguntar por X. ¿Cómo está esto? Y le preguntaba no solo al jefe del departamento que lo había dicho anteriormente, sino a los otros que lo pudieran utilizar. Si por lo que sea la cosa no se había completado o quedaba algo pendiente el director simplemente decía "cuándo" y se volvía a apuntar la cuestión para la reunión que tocara, y así hasta que el proyecto se completara; y en el caso de que se hubiera decidido cancelar el trabajo al responsable no le quedaba otra que explicar por qué (al director y al resto de jefes). No había manera de escapar.
De repente ocurrió un milagro: los proyectos sin completar se redujeron prácticamente a cero, y como todo el mundo tenía que dar explicaciones públicas finales (no solo compartir información intermedia) y la ineficiencia dejó de ser gratis cada jefe empezó a planificar y gestionar sus recursos internos mucho mejor. Yo flipaba en colores: a mí esto no me afectaba por el orden y el flujo de trabajo inherentes a mi departamento, pero en algunas otras áreas clave de la empresa se empezó a ver un cambiazo espectacular. Y lo más tremendo es que esa vuelta de calcetín ocurrió sin una sola pelea, sin un solo despido, sin una sola fricción ni presión de ninguna clase: solo con un tipo que empezó a preguntar "cuándo", y unos jefes que se ponían la presión ellos mismos fijando pública y concretamente sus responsabilidades y poniéndose pública y concretamente sus propios plazos. Tiempo después en una conversación informal le mencioné mi sorpresa al director por aquella vez y él simplemente se rió, hizo un gesto de "yo no digo nada" y efectivamente no dijo nada más ni falta que hacía.
Termino este post aclarándoles que, aunque parece que esto que les he contado va de empresas y negocios, no es así. ¿Tienes proyectos personales? ¿Metas? ¿Objetivos? Si cada una de esas cosas no está enmarcada en un plan real con fechas concretas en las que haya cosas que tengan que estar hechas, en realidad no tienes nada.
(Foto de Benjamin Child en Unsplash)