¿Papá?


La mejor decisión que he tomado en mi vida, "ever ever ever y superever", fue hacerme la vasectomía cuando tenía 30 años. Yo ya llevaba mucho tiempo teniendo clarísimo que me la iba a hacer algún día, pero lo que me hizo decidirme por ese momento concreto fue el comentario de una novia que tenía en ese momento: estaba de vacaciones con ella y entre risitas dijo "ay, ¿te imaginas si se rompiera el preservativo y me quedara embarazada? Hihihi...". A mí cuando vi su expresión se me saltaron todas las alarmas, y respondí: "sí, hihihi..." sonriendo mientras pensaba "en cuanto ponga los pies en Gran Canaria me voy directo a la clínica a la velocidad de la luz".

La historia tiene mucha miga y es para contarla, aunque hay algunos detalles muy íntimos (les aviso para los sensibles: sáltensela). Resulta que cuando pregunté encontré que había dos tipos de vasectomía: una en la que tenías que pasar la noche en el hospital, y otra que duraba 10 minutos y te ibas directo a casa. Las dos eran igualmente efectivas al 100% así que me fui a por el método rápido, porque era un momento de mucho trabajo y no podía faltar al spa donde estaba. Pensaba ir solo pero mi hermano insistió en acompañarme, así que allá que fuimos.

En lugar de tener que ir al hospital la operación se hizo en una consulta urológica que contaba con quirófano para este tipo de intervenciones. Me pusieron la cita a última hora (ahora entiendo por qué), así que cuando se fueron todos los otros pacientes nos quedamos mi hermano esperando mientras yo entraba. Todo normal, entro al quirófano con el doctor y dos enfermeras, me dicen que me tumbe bocarriba en la mesa de operaciones y (atención) se colocan por los lados el médico y su asistente, y otra en un extremo donde yo tenía la cabeza. Me dice "ponte las manos por detrás de la nuca", yo lo hice y de paso me puse unos auriculares para distraerme escuchando música mientras me operaban.

Mientras se iban preparando, y viendo que la enfermera que me quedaba junto a la cabeza no hacía nada le pregunto: "una curiosidad: ¿cuál es tu función aquí? Lo digo porque no te veo hacer nada concreto". Me respondió: "es que este método es doloroso y lo normal es que los pacientes intenten levantarse para irse a media operación, así que yo estoy para sujetarlos".

Se imaginarán que me quedé estupefacto, porque nadie me había mencionado el "detallito". ¿Cómo que doloroso? ¿Cuánto de doloroso, si me estaba diciendo que hay que sujetar a todo el mundo para que no se vaya?

En fin, ya con algo de mosqueo decidí que no me servía para nada preocuparme: respiré hondo, intenté tomármelo con calma y me preparé mentalmente para lo que me esperaba. Bueno, al menos yo pensaba que estaba preparado.

Les voy a explicar cuál es la diferencia entre los dos métodos de vasectomía y por qué el mío era el chungo (nuevo aviso para los sensibles, aquí empieza la chicha). En el método del hospital el procedimiento consiste en: te ponen en la mesa de operaciones, te anestesian la piel del escroto, te hacen una pequeña incisión (anestesiado), abren, anestesian por dentro, queman el conducto por el que pasan los espermatozoides (que está anestesiado también), cosen la piel (aún anestesiada) y listos. Te queda un puntito que luego se cae, tienes que tener un poquito de cuidado los siguientes días y hacerte las curas hasta que el corte cicatrice y nada más.

El método rápido consiste en lo siguiente: te anestesian la piel, con la piel dormida te hacen un agujerito supermegapequeñito que ni se ve (por eso no hay que hacer después curas ni nada, no queda cicatriz ni rastro visible), y entonces meten unas pincitas y sin anestesia por dentro se ponen a retorcerla buscando y rebuscando el conducto al tacto. Esto viene a ser como si te metieran un taladro por los testículos y empezaran a darle vueltas a la broca para aumentar el dolor; pero ahora viene la segunda parte, que es cuando el médico pinza el conducto y tira de él hasta sacar un buen trozo por el agujerito de la piel (recuerden que el conducto aún no está anestesiado), lo que de viene a sentirse como si te metieran por los testículos un puño hasta sujetarte los intestinos y tiraran hacia abajo hasta que pienses que te van a sacar el estómago por entre las piernas. Entonces, ya con ese trozo fuera, proceden a hacer el corte de un segmento del conducto quemándotelo con el bisturí. Al soltarlo los trocitos tirantes cortados (con los extremos quemados y cerrados instantáneamente) vuelven al interior del testículo y listos.

Yo no intenté levantarme durante la operación, soy un tipo extraordinariamente disciplinado y mis manos no se separaron de la nuca en ningún momento durante el rato que duraba la tortura; pero los auriculares se me cayeron desde el minuto 1 por tanto retorcerme del dolor y según me contó mi hermano después mis gritos eran tan salvajes que estuvo varias veces a un pelo de tirar la puerta del quirófano abajo y entrar a ayudarme (yo ni recuerdo haber gritado, así que se pueden imaginar en qué estado estaba). Con todo el peor momento de mi vida no fue durante el dolor en sí, sino cuando el médico dijo estas palabras: "bueno, el lado derecho ya está; ahora vamos con el izquierdo" y yo pensé "ahora va a empezar lo mismo otra vez". La sola idea de tener que aceptar que iba a pasar otra vez por lo mismo, ahora que ya sabía lo que era, fue muchísimo peor que nada más.

En el segundo round todo fue casi igual con un ligero cambio: mientras el médico hurgaba por mi interior y yo trataba de no reventarme los dientes de tanto apretar las mandíbulas el tipo me dijo "no te muevas o te puedo romper algún vaso", y yo respondí como pude "lo estoy intentando" como si lo que me estaba pidiendo fuera fácil. Pero claro, el segundo testículo me dolía aún más porque tenía el agravante psicológico de ya saber lo que venía después y el desgaste del castigo del primero que minaba mi resistencia. Aún así hice todo lo que pude y más por mantenerme lo más quieto posible... Pero no fue suficiente, como les contaré en un momentito.

Por cierto, un detalle curioso: la enfermera "sujetadora" (que en mi caso no tuvo trabajo) hizo un comentario digno de mencionar. En un momento de pausa dijo "a mi marido ya lo he convencido para que se la haga también, pero no le he dicho lo que duele para que no se eche atrás... Ya se enterará cuando esté aquí". Me ahorro lo que yo pensé para que Google no me cierre el blog.

Cuando la cosa terminó me senté en una camilla que tenían a un lado, me dieron un caramelo de menta y el médico me dijo que esperara un par de minutos antes de ponerme en pie. Yo estaba empapado en sudor como si me hubiera caído a una piscina (debí perder un par de kilos en líquido seguro; lástima no haberlo sabido para llevarme ropa seca), y entonces por fin dejaron entrar a mi hermano que estaba con la cara desencajada. Al rato salimos de allí y fuimos a casa, todo normal.

Llegamos a la segunda parte de la historia: los efectos secundarios. Teóricamente en esta intervención tú sales y ya, aparte de la tensión y el agotamiento por el castigo no tienes ni la más mínima secuela y te puedes ir si quieres a trabajar o a tomar unas cervezas. Peeeeero...

Esa noche me fui directo a la cama porque estaba fundido, pero a la mañana siguiente me levanté con la desagradable sorpresa de encontrarme el testículo izquierdo del tamaño de un coco y de un color casi negro. No tenía mucho dolor ni nada, pero la imagen era tan escalofriante que durante los días siguientes se me ocurrió sacarme una foto de recuerdo y ni me atreví. En fin, llamé al urólogo y me dijo que seguramente había sido simplemente un vaso sanguíneo roto por haberme movido al hurgar y que el hematoma se reabsorbería en unos días; más tarde estuve de nuevo en la consulta y me confirmó el diagnóstico: solo había que esperar un poco. Efectivamente fue así, pero es que uno no se puede imaginar la visión de aquello: no estoy exagerando en el tamaño (como un coco grande o un melón pequeño) y empezó siendo negro para luego ir pasando por una gama de colores mientras se iba reduciendo hasta que volvió a la normalidad.

En este punto llegamos a la tercera parte de la historia: el proceso postoperatorio y mis dos problemas al respecto. El primero era que tenía que trabajar (y mi trabajo es físico como ya saben), estábamos en el pico más alto del año y yo sencillamente no podía faltar ni aunque se me cayeran los brazos y tuviera que hacer los masajes con los pies. El spa estaba hipermegalleno, hacíamos horas y días extra para atender como podíamos la avalancha de demanda, y yo tiraba como podía caminando como Quasimodo con las piernas abiertas y arrastrando la pierna izquierda porque el muslo me rozaba con el supercoco y no podía ni tenerme derecho (y menos mal que me prestaron un pantalón varias tallas más grande que la mía, si no no habría entrado en el uniforme). Los masajes los hacía de lado tratando de no rozarme con nada, y si no fuera por los muchos años de experiencia y porque ya uno está acostumbrado a trabajar con todo tipo de lesiones y problemas hubiera sido imposible salir de aquello.

El segundo problema es más íntimo (último aviso a los sensibles, y de paso Mamá si has llegado hasta aquí mejor deja de leer ahora). Yo había vuelto de vacaciones y al par de días ya estaba operándome, tenía el pico de supertrabajo y luego volvería a ver a mi novia otra vez. A ella la veía absolutamente capaz de cualquier cosa para atraparme y mi objetivo total era tener solucionado este problema para el día de mi regreso costara lo que costara. Después de la intervención el médico me dijo "la esterilidad total no está garantizada hasta 24 eyaculaciones después de la operación", así que echando cuentas me quedé ojiplático cuando me di cuenta de que solo me quedaban 11 días (porque necesitaba un margen para un análisis de esperma de confirmación), tenía el huevo como un neumático de coche y me molestaba hasta mirarlo, estaba a tope de trabajo con el cuerpo machacado y sin tiempo libre de la mañana a la noche, y me las tenía que arreglar para tener 24 eyaculaciones antes de volver a verla como si nada. Les ahorraré los detalles, pero jamás he tenido que recurrir tanto a mis reservas de disciplina y jamás he aborrecido tanto el sexo como en esas dos semanas entre la vasectomía y mi vuelta a la vida en pareja.

En fin, el caso es que sobreviví hasta el día del análisis como pude, me lo hice, y por fin llegó el momento de volver con mi novia con el testículo ya de apariencia perfectamente normal y mis "deberes" hechos. El margen fue tan justo que no me dio tiempo de ir a buscar el resultado de la analítica: menos mal que la chica del laboratorio ya estaba al tanto de la situación y aceptó darme la respuesta por teléfono, la llamé dos minutos antes de salir para verla y me confirmó que "puedes estar tranquilo, el análisis lo confirma al 100%".

De verdad, me resulta difícil encontrar palabras para expresar lo que sentí en ese momento. Realmente el caso concreto de aquella novia que tuve era algo momentáneo y no era lo que ocupaba mi mente, sino que pensé en lo que aquello significaba para el camino de mi vida en sí. Desde ahora ya no estaría expuesto a ningún "accidente", nadie me podría atrapar si yo no quería, se había cumplido la intención que tenía absolutamente hipermegarrequeteclara desde que era un niño de no tener familia ni hipotecarme con nada ni con nadie, y ahora por fin en ese sentido era dueño de mi destino. Si yo quiero puedo tener hijos en cualquier momento (por inseminación, mis espermatozoides siguen ahí y es simplemente que ya no salen sino que se van regenerando por reabsorción como quien no tiene sexo en absoluto), pero ya tiene que ser algo que decida yo cuando quiera yo y con quien quiera yo. En ese momento cuando la analista me confirmó la noticia me estaba diciendo en realidad "hoy eres un poquito más libre" y así me sentía; y por otro lado noté de repente todo el peso de mi decisión vital. Acababa de cerrar una puerta, la de la Naturaleza que me llevaba a por donde suele ir la mayoría de la gente, y en su lugar había abierto yo a la fuerza un agujero en la pared que me abría paso a otro camino que sería por el que seguiría mi destino.

Acabo con una pregunta que algunos amigos me han hecho más de una vez: ¿me arrepiento? ¿Volvería a pasar por aquella tortura sabiendo cómo es? ¿Cambiaría algo? Como ya les he contado antes, de todas las cosas buenas, buenísimas, malas y malísimas que he hecho en mi vida esta es con muchísima diferencia la mejor. Aquellos 10 minutos bestiales fueron de verdad para olvidar, pero son una gota en comparación con el océano de libertad que he ganado desde entonces.

Fíjense si ha sido bueno que desde entonces casi todas mis parejas han roto conmigo (o la cosa se ha empezado a torcer para acabar en separación) en el momento de enterarse de que me había hecho la vasectomía. Antes mi impresión es de que cuando yo decía "no quiero hijos" ellas escuchaban "no quiero hijos ahora", pero curiosamente desde la operación cuando decía "no quiero hijos" decían "nooo, claro" y cuando añadía "de hecho estoy operado" su expresión pasaba de "ya, ya" a "coño, este va en serio". Y lógicamente, si tú tienes en el fondo un plan de vida que incluye familia y hay un tipo que de repente entiendes que de verdad es incompatible con eso, por mucho que te disguste no te queda más remedio que admitir que tendrás buscarte a otro. Y digo "ha sido bueno" porque ¿se dan cuenta del tiempo, el trabajo y el sufrimiento que he ahorrado a muchas mujeres haciendo que se dieran cuenta de que no valía la pena gastarse conmigo, y la cantidad de horas de presión y discusiones que me he ahorrado yo? La mejor inversión de mi vida sin lugar a dudas ha sido la de esos 10 minutos malos, no son nada en comparación con todos los años que llevo ya de tranquilidad y los que me quedan por delante. ¿Que un día quiero tener hijos? No creo ya que a estas alturas vaya a cambiar, pero en fin: poder puedo. Eso sí, al menos lo que a mí me toca lo decidiré solo yo...