Utopía (y 4): quimera

(Link al principio de la serie)

(Foto de Meritt Thomas en Unsplash)


En el pasado ha habido teóricos que han hablado de sistemas utópicos que acabaron o bien implantándose de verdad o bien al menos inspirando regímenes reales; todos tenían algo en común, y es que los tipos del despacho siempre han acabado mandando mucho. Y por eso mismo, si de algo podemos estar seguros, es que este modelo que he descrito aquí ni de broma va a triunfar jamás.

Aunque hay algunos sitios que, sin ser en realidad ni parecidos a todo lo que hemos visto, al menos sí tienen algunos elementos comunes y les ha ido bastante bien. Me refiero al caso de Suiza (que no se llama “Confederación Helvética” por nada), país donde los ciudadanos individuales tienen un poder asombrosamente alto comparado con cualquier país de su entorno y además lo ejercen porque su cultura democrática y su tradición participativa son muy fuertes.

Pero es que esa es la clave: en Suiza hay una tradición y una cultura de que los ciudadanos mandan, que ya no hay político que les pueda arrancar. Si fuera por los tipos del despacho y la moqueta no tengo ninguna duda de que si pudieran lo harían, pero es que la gente no se va a dejar porque ha crecido con esas ideas y se las cree de verdad. No conozco ni me puedo imaginar otro sitio donde esto pase, y por supuesto los tipos del despacho y la moqueta no van a soltar el poder por nada.

He escrito esta serie porque creo que es muy malo, malísimo, tragarse los dogmas que todo el mundo da por hecho sin cuestionarlos. Pensar supone un esfuerzo pero hay que hacerlo, y no hay ningún tema que deba ser tabú o sobre el que no haya que hacerse preguntas críticas (aunque luego sea para estar de acuerdo).

Incluso aunque mis lectores lean esta serie y piensen “este cuñao no dice más que estupideces”, si hay alguien que añade “...estupideces por esta razón, y por esta otra, y por aquella más” ya estaré contento. Mi éxito no estará en tener razón y por supuesto tampoco en que mis ideas se lleven a la práctica (no ocurrirá), sino en que alguien que jamás se hubiera parado a cuestionar determinadas cosas lo haya hecho sea a mi favor o en mi contra. Mi utopía no está en cambiar el mundo, sino en crear una posibilidad para que algunos individuos puedan cambiar de opinión.