La democracia está condenada

Este es el guión que tengo para un vídeo-test que voy a hacer próximamente en inglés (por eso notarán cosas raras al leerlo), he pensado que les puede interesar:

El conflicto civil que terminará con la historia de la democracia no será el del enfrentamiento entre la izquierda y la derecha, sino el de jóvenes contribuyentes contra viejos pensionistas.

La democracia moderna tiene unos 250 años y está basada el principio del sufragio universal: “una persona, un voto”. Pero para que esto funcione los que sostienen al sistema tienen que ser más que los sostenidos; porque los dirigentes democráticos dependen de los votos de la mayoría y no pueden tomar decisiones que sean percibidas como demasiado malas para sus sectores de votantes.

Hoy día en muchos países de Occidente las condiciones de los jubilados son ya más altas de lo que el Estado puede sostener a largo plazo. Algunos gobiernos están recortando prestaciones y servicios, pero estos ajustes simplemente no son suficientes. Y esto ocurre porque todos los políticos saben que, si propusieran las soluciones técnicamente necesarias que acabarían con el problema, simplemente no serían elegidos. No solo los ya jubilados son un grupo importante que no está dispuesto a perder lo que ya tiene, sino que una buena parte de los que todavía están en activo se va acercando a la jubilación y tampoco quiere perder el estatus que espera conseguir en unos años.

Así que lo que están haciendo los políticos algunos países es, ya que no pueden resolver el problema, al menos retrasarlo para sostener la situación mientras aún sea posible. Eso se hace tocando algunos detalles aquí o allá, rebajando el coste de los servicios de manera que no se note mucho y que por tanto no tenga tanto coste electoral, y por otro lado emitiendo deuda que se pagará en el futuro. Pero claro, estas dos estrategias conducen hacia la misma conclusión: el problema que va creciendo hoy lo tendrán que enfrentar las generaciones del mañana.

Y aquí llegamos al factor que va a hacer inviable la democracia: no queremos tener hijos. No solo en Occidente: en ningún sitio. Todavía quedan algunos países donde la “producción de humanos” da números positivos, pero cada vez son menos y la tendencia es imparable.

¿Podemos resolverlo trayendo inmigrantes? Este debate abriría cuestiones que están fuera del ámbito de este vídeo, así que centrémonos en lo que estamos discutiendo aquí.

La solución de la inmigración es solo temporal, y está basada en el hecho de que la realidad en los países de origen es todavía muy negativa. Pero el mundo avanza, hay cada vez menos pobreza, y poco a poco el Tercer Mundo está aumentando sus niveles de vida. ¿Qué va a pasar cuando la situación en los países que nos mandan inmigrantes mejore lo suficiente?

Paradójicamente, a Occidente le interesa que la situación en los países que nos envían inmigrantes siga siendo tan mala como lo es ahora; es decir, estamos apostando la sostenibilidad de nuestro propio futuro a la desgracia de los demás. Y a corto plazo parece que la situación no va a cambiar, pero ¿quién sabe cómo serán las cosas dentro de una o dos generaciones? ¿Podemos asegurar de que las matemáticas de la inmigración seguirán siendo sostenibles?

El hecho es que con los números que tenemos sobre la mesa el futuro es inevitable. Nacerán cada vez menos hijos, los políticos tomarán medidas limitadas, los pensionistas crecerán y los contribuyentes decrecerán, y nuestra sociedad se irá haciendo menos atractiva para los que vienen de fuera. Y los que sigan viniendo lo harán para ocupar trabajos menos productivos, menos generadores de riqueza, que son los que los nacionales mejor preparados no querrán.

Para salir de esa espiral necesitaríamos un milagro. Pero ese milagro ¿puede ocurrir? En seguida iremos con eso.

Otro factor enormemente importante es que las generaciones más jóvenes están menos dispuestas a hacer grandes sacrificios que sus predecesores. Pero acabamos de ver que cada vez van a tener que sacrificarse más, ¿lo harán?

La presión sobre los futuros contribuyentes tenderá a ser cada vez mayor. Los impuestos aumentarán y aún más cuando la opción de la deuda se haga cada vez más difícil, ¿cuánto se le podrá quitar a un joven de su salario? En algunos países occidentales los niveles impositivos ya están cercanos al 50%. ¿Cuánto más se le puede quitar a un trabajador? ¿Llegaremos al 60, 70, 80%? Y si eso pasa ¿las generaciones futuras se dejarán esclavizar sin reaccionar?

Llegados a este punto yo solo veo dos opciones posibles: la reacción no violenta sería negarse a trabajar, o bien paradójicamente emigrar a países no democráticos donde la carga de los pensionistas no haya destruido el sistema económico de esa sociedad. Pero si una parte significativa de jóvenes productores se va ¿qué va a pasar con la situación de los cada vez menos que se queden?

Esto nos lleva a la única otra opción, que es la violenta. Esta no tiene necesariamente que implicar conflictos armados a gran escala, pero sí llevará a revueltas y protestas agresivas que fuercen los cambios de todas formas.

Y esos cambios no pueden ser otros que el final de la democracia como la hemos conocido. El voto no podrá seguir siendo universal, los políticos tendrán que dejar de depender de los no contribuyentes, y esa será la única manera de que por fin se tomen medidas técnicamente sostenibles. Aunque, por supuesto, esas medidas llegarán demasiado tarde.

En los países donde aún se conserve cierto vestigio de democracia quizá se alcanzarán acuerdos que impliquen fórmulas por las cuales solo los contribuyentes puedan votar y a cambio se garanticen mínimos de supervivencia para los pensionistas. Y en el resto… Lo más probable es que acaben llegando al poder líderes populistas no democráticos y no capitalistas, que opten por soluciones de economía planificada y racionamiento en la distribución de recursos.

El hecho que hay que entender y aceptar es que la democracia es cara. Y solo se puede sostener si hay suficientes jóvenes para seguir pagándola, cosa que todos sabemos que llegará un momento en que ya no va a pasar.

Pero antes hablábamos de un milagro. ¿Es posible? ¿Hay algún factor disruptivo que pueda cambiar un camino que parece inevitable?

En el pasado, a lo largo de la toda la historia de la humanidad, el único elemento común que siempre ha implicado un aumento de la productividad y por tanto de la riqueza es el avance tecnológico. Y justamente ahora lo que vamos a necesitar es un enorme aumento de la productividad per cápita, y por tanto de la riqueza per cápita, para poder pagar la democracia que queremos mantener.

A corto plazo la manifestación más clara de este milagro que vamos a necesitar es la irrupción de la inteligencia artificial y de la robótica. Ya está empezando a producir cambios significativos a todos los niveles, aunque todavía le queda un largo recorrido y no está claro a dónde va a llegar.

A medio plazo ¿llegará el aumento de la productividad basado en las nuevas tecnologías a tiempo para contener económicamente los problemas derivados del invierno demográfico al que nos dirigimos? Puede ser. Muchos empleos se perderán pero se crearán otros. Es posible.

Ahora bien: ¿qué va a pasar a largo plazo? ¿Qué va a pasar cuando seamos superados en todo por las máquinas? ¿Qué va a pasar cuando seamos superados en todos los espacios productivos, y por tanto no haya nada que un humano pueda hacer de la manera más eficiente y barata?

¿Seguiremos votando, seguirá habiendo democracia, cuando todos seamos pensionistas?