Pink Floyd: Time
La mejor manera de introducirles el consejo para Vanessa de hoy es contarles cómo es mi vida ahora. Tengo que decirles que estoy en una etapa de mi vida absolutamente fantástica: por una parte me conozco bien y sé exactamente lo que me hace feliz, y por otra tengo la oportunidad de ponerme a ello y la constancia para mantenerme. Mi prioridad principal es aprender a dibujar, que ha sido siempre mi sueño frustrado; además estoy estudiando ruso, hace poco he empezado en clases de guitarra, tengo mi blog y dentro de unas semanas -estoy esperando solo por un trámite legal- publicaré aquí mismo una trilogía de novelas de la que les hablaré cuando llegue el momento. En resumen: que no paro.
Estar con todo esto a la vez es un supertrabajo, créanme: mezclo el ruso con el alemán y el francés con el italiano (no sé muy bien por qué pero es justo así), estoy buscando algo que necesito para mi plan de trabajo para la trilogía cuando me tropiezo con material para el blog, de tanta guitarra tengo los dedos como salchichones y me duelen mucho al teclear... Pero de verdad que no puedo expresarles hasta qué punto todo este torbellino es maravilloso. Me ha costado muchísimos sacrificios y renunciar a muchas cosas, mucho dolor y ahora mucha disciplina, pero compensa.
Después de todo esto ¿saben qué es la única cosa que lamento de verdad en mi vida? El otro día eran pasadas las diez de la noche y salía de clase pensando "qué pena no haber sabido todo esto cuando era más joven; no me puedo ni imaginar lo que hubiera sido mi vida si en lugar de 38 años tuviera 18 y ya hablara cuatro idiomas, hubiera cumplido mi sueño de aprender a dibujar, hubiera publicado mi segundo libro en mi web, tocara un instrumento musical y todo lo demás". Claro, han hecho falta esos 20 años para que fuera aprendiendo la importancia de dedicarte a lo que te gusta sacrificando lo que haga falta; pero miro atrás y me acuerdo de todas esas horas que pasé delante de la tele haciendo zapping en una tarde aburrida, de todas esas mañanas que me quedé en la cama por pereza, de todos esos momentos que perdí haciendo cosas que realmente no me hacían tan feliz como todo esto por vagancia o por dejarme llevar por otros... Y de verdad que mi alegría por haber descubierto todo esto ahora es tan grande como mi lástima por todo el potencial personal que he desaprovechado.
El gran valor del
tiempo muerto
Así que mi segundo consejo para Vanessa, y para cualquier joven que como todos los de su edad desperdician tanto potencial personal, es que expriman el tiempo. Que trabajen todo lo duro posible para aumentar su valía personal, para ganar opciones en la vida y poder elegir con más libertad lo que quieran hacer con ella; que ya que todavía no han sido esclavizados por las responsabilidades de los adultos "socializados" y pueden permitírselo, aprovechen esta oportunidad que probablemente no volverán a tener (o si la tienen, como yo, será a un coste tan brutalmente alto que casi nadie se atreve a pagarlo).
No se trata sólo de clavar los codos y ponerse a estudiar, porque no a todo el mundo le gusta lo mismo: un instrumento musical, una actividad artística, formarse o hacer prácticas en una profesión, profundizar en alguna materia técnica que les interese, deporte... Qué se yo, seguro que todo el mundo puede encontrar algo mejor que hacer que pasarse doce horas en la cama o coger el mando a distancia.
Todas las generaciones de viejos dicen lo mismo a todas las generaciones de jóvenes, que por supuesto no les hacen ni caso y cuando ellos llegan a viejos vuelven a decir lo mismo a los siguientes cuando han aprendido la lección demasiado tarde; quizá de todos los consejos que le pueda dar a Vanessa este sea el más inútil, pero llegará un día en que me dará la razón como nos pasa a todos. Espero que para entonces tenga tanta suerte como yo y pueda sentirse joven otra vez...
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