Pasos hacia la libertad (1): empujando nuestros límites


Bill Conti: Gonna fly now

Hace unos días les hablé de que el año próximo, si no pasa nada extraordinario, voy a dejar mi trabajo (y mi estupenda vida actual) para lanzarme a la aventura de iniciar una nueva carrera universitaria. El calendario de este proyecto personal ya ha empezado a contar y, si la preparación previa está siendo desde ya mismo bastante dura, la cosa se pondrá difícil de verdad cuando tenga que exprimirme al máximo para combinar estudios, más estudios que tengo previstos para mis horas libres, y trabajo físicamente muy duro de la mañana a la noche durante los fines de semana y vacaciones. Y así si todo va bien durante siete años, que se dice pronto. Pero tengo dos cosas clarísimas: la primera es que soy un auténtico privilegiado por poder permitirme una segunda oportunidad en la vida; no tengo nadie a quien mantener, ni hipotecas, ni lastre de ningún tipo. Y la segunda, que probablemente ésta será, además de la segunda oportunidad, la última tan grande que tenga. Y me salga bien o no pienso darlo todo para aprovecharla al máximo, pueden apostar por ello.

También quería empezar contándoles que hace unos días me escribió una amiga de la que no tenía noticias desde hacía meses; las últimas veces que nos escribimos me había contado que llevaba tiempo corriendo para mantenerse en forma y se había puesto metas cada vez más altas, hasta que últimamente había conseguido por fin finalizar su primer maratón. Justamente hoy domingo, según me comentó el otro día, tiene otro para el que se ha estado entrenando a fondo y por supuesto con mucho sacrificio.

Yo le contesté animándola para lograr su objetivo, claro: le hablé de la superación personal, la satisfacción al lograr sus metas y esas razones que por sí solas hacen que ya valga la pena algo así; pero además le dije algo que me parece que es aún más importante que todo eso, que va mucho más allá y que es lo que hoy quiero compartir con ustedes.

Verán, todos nosotros vivimos encerrados en nuestras vidas y tenemos unos límites que son entre los que nos movemos. Por ejemplo, yo hoy "no puedo" irme a trabajar como profesor de español a Kiev, porque no tengo los requisitos necesarios para ello; no puedo correr un maratón porque mi cuerpo no tiene la suficiente resistencia, y así hay un montón de cosas que no puedo hacer. Puedo trabajar como masajista que es la profesión que conozco, puedo entenderme con mis clientes en varios idiomas que son los que hablo, puedo tener un blog porque sé leer y escribir y he aprendido otras cosas que son necesarias para ello, y además en este caso puedo tener un blog con un diseño determinado porque en un momento determinado decidí averiguar cómo se hacía y me puse a programarlo. ¿Ven a lo que me refiero? Estamos limitados por nuestras capacidades, que pueden ir cambiando durante nuestras vidas según vayamos adquiriendo el potencial necesario para hacer más cosas o lo vayamos perdiendo (por ejemplo cuando con la edad se reduzca nuestro potencial físico).

Yo trabajaré como masajista o no, pero soy libre de hacerlo si quiero porque tengo las herramientas necesarias para ello; mi amiga decidirá correr hoy su maratón o quedarse en casa, pero sabe que puede enfrentarse con éxito a la prueba porque ha entrenado muy duro para llegar a ese punto; yo puedo hablar o no en el idioma de mi cliente, tengo esa opción porque me he pasado una serie de horas estudiándolo... Y así podemos poner cualquier ejemplo que se nos ocurra.

Superar tus límites te hace libre

Así que, lo que le dije a mi amiga, es que además de todas las cosas buenas que tiene ponerse una meta y trabajar para conseguirla, con todo ese trabajo que ha tenido detrás lo que ha conseguido es ganar libertad para elegir si quiere hacer algo o no, algo que antes ni siquiera podía plantearse porque no llegaba a tener esa posibilidad. El esfuerzo que nosotros hacemos para superarnos lo que en realidad hace es alejar nuestros límites, con lo que nuestro espacio personal se amplía: podemos hacer más cosas, así que somos más libres. Y la libertad no es sólo una idea, porque la libertad está directamente relacionada con nuestra propia identidad personal. Si yo ahora tuviera una serie de cargas o responsabilidades que me impidieran lanzarme al proyecto que he empezado no podría llegar a ser la persona que quiero ser, tendría que conformarme con ser lo más "yo" posible dentro de lo que estuviera a mi alcance; si yo no "tuviera que" hacer una serie de cosas para sobrevivir (por ejemplo trabajar) hay decisiones que tomaría que serían distintas, gente con la que no me relacionaría, otra con la que quizá pasaría más tiempo...

Claro, algunos límites son más fáciles de mover que otros; y para algunos tenemos que recurrir a métodos indirectos o cualquier estrategia que nos acerque a lo que queremos de manera "lateral". Yo no puedo dejar de trabajar del todo porque tengo que financiar mi vida, pero al menos intentaré que mi trabajo se limite a días en los que no tenga que ir a clase; si tuviera una familia que mantener seguramente tendría que seguir trabajando a tiempo completo, pero quizá por las noches podría -como hacen algunos- ir cogiendo asignaturas sueltas a distancia; si me gustaría ser maratoniano olímpico pero ya no tengo edad para ello ni puedo dedicarme a tiempo completo a conseguirlo, al menos puedo hacer como mi amiga y levantarme todos los días a las cuatro y media de la madrugada -por cierto que ella vive en Suiza, así que al sueño y el agotamiento de irse a correr aún de noche para poder luego ir a trabajar puntual por la mañana hay que sumar el clima en invierno- y lograr una meta alta pero asequible como puede ser al menos ser capaz de acabar un maratón no profesional.

Lo que yo le he dicho a ella en mi respuesta es que todo ese trabajo y el sacrificio que ha hecho para llegar a la prueba de hoy no son sólo el efecto de su desarrollo como persona; igual que toda la disciplina que ya estoy empezando a necesitar yo servirá para algo más que para mi satisfacción personal o incluso que para lograr determinadas metas en mi vida o mejorar mis condiciones profesionales. No, hay mucho más: si consigo mi objetivo habré empujado muchísimo mis límites, tendré más espacio en el que elegir colocarme, podré seguir dando masajes o marcharme de profesor a Kiev.

Así que he acabado la carta para mi amiga felicitándola por lo que ya ha ganado, porque su duro entrenamiento la ha llevado a ser capaz de hacer cosas que antes no podía. Le he dicho que disfrute de la carrera, no sólo del momento en que llegue por fin a la línea de meta sino de cada uno de los pasos que la estarán conduciendo hacia la libertad.

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