Cartas a Vanessa 1: hace falta disciplina para ser feliz

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REM/B52: Shinny happy people

Vanessa tiene 22 años. Estudia y ahora mismo está haciendo prácticas en una empresa, y en su (escaso) tiempo libre hace vida social con sus amigos como cualquier chico de su edad. Vive sola en un apartamento porque su escuela está lejos de la casa de sus padres, así que en lo que es su vida diaria se desenvuelve por sí misma.

Como todo el mundo tiene sus problemas y preocupaciones; pero claro, las cosas que a uno le quitan el sueño a un veinteañero ni son las mismas ni se ven igual cuando te vas acercando a los 40 como es mi caso. Tenemos bastante confianza y nos escribimos a menudo, ella suele contarme sus cosas y preguntarme por mis opiniones al respecto, y yo intento ayudarla con el punto de vista de mi experiencia aunque siempre le insisto en que no me haga mucho caso y cometa sus propios errores siguiendo su camino personal.

Como los humanos somos máquinas simples y en muchos casos pasamos por cosas parecidas, he pensado en compartir con ustedes en esta serie algunos de los consejos que le doy a Vanessa como los de alguien que ya va teniendo cierta experiencia de la vida a un joven que quiere tener el punto de vista de quien ya ha pasado por lo que él pasa ahora y por tanto tiene una perspectiva más amplia. Seguro que muchos de ustedes no coincidirán con mi forma de pensar y más de uno soltará espumarajos por la boca al leer mis opiniones, pero sólo el hecho de que reflexionemos sobre estos temas y compartamos ideas nos ayudará a formarnos nosotros como personas y a lo mejor en algún momento a alguien que llegue a este blog y nos lea... Vanessa no conocerá directamente sus comentarios porque no habla español, pero yo los tendré en cuenta para nuestras futuras conversaciones.

El tema de hoy, "hace falta disciplina para ser feliz", viene porque eso es algo en lo que siempre insisto mucho a todos los que me rodean y me parece una de las lecciones más importantes que he aprendido en mi vida y quizá la más valiosa que pueda transmitir a otros. Verán, casi todo el mundo que conozco se divide en dos tipos: los que se pasan la vida entre obligaciones que atender, responsabilidades que cumplir y problemas que solucionar y no tienen prácticamente tiempo para hacer las cosas que les hacen disfrutar de verdad, y los que sí tienen tiempo pero no energías, fortaleza u organización suficiente para aprovecharlo en esas cosas que les hacen felices.

Hay que ganarse
la felicidad

Yo tengo la gran suerte de disponer de tiempo para emplearlo en mí mismo, en las actividades que me gustan, y además soy constante y no me rindo para hacerlas. Pero esto no es casualidad o un don divino: primero ha sido la experiencia la que me ha hecho aprender que las actividades que nos hacen sentirnos "realizados" no son un lujo, sino que son absolutamente fundamentales para nuestra salud mental e importantísimas para hacer la diferencia entre tener una vida feliz o no tenerla; y segundo, una vez he comprendido hasta qué punto esto tiene que ser una de las máximas prioridades en nuestra vida, he trabajado durísimo y he sacrificado todo lo que hiciera falta para sacar ese tiempo y esa disciplina para ponerme a ello.

Todo esto, que parece tan elemental que ni haría falta decirlo, lo sabe todo el mundo en la teoría pero casi nadie lo pone en práctica en su vida diaria. Imagínense que se levantan por la mañana, se pasan el día trabajando, atendiendo sus responsabilidades (trabajo, hogar, familia), solucionando problemas o haciendo tareas, y llegan a la noche rendidos. Si tienen un rato más o menos libre se tumban en el sofá a ver la tele o se conectan a ver qué hay en su buzón, y al final se van a dormir sin haber hecho nada especial. En toda esta rutina ¿hay algún momento que les haya hecho pensar "whao, por esto es por lo que estoy vivo, esto es lo que haga que mi vida valga la pena"? Les hago la pregunta de otra forma: ¿cuándo fue la última vez que ustedes, o pónganse en el lugar de las personas que les rodean, dijeron algo así?

Se sorprenderían al saber cuánta gente pasa días, días y más días, semanas, meses o incluso años sin experimentar esa sensación; cuántas personas acaban un día, y otro, y otro, sin ese estímulo que les haga levantarse a la mañana siguiente por algo más que inercia. Yo lo veía constantemente cuando trabajaba como terapeuta y hablaba con mis clientes, y ahora mismo escucho a menudo expresiones como "si yo pudiera hacer como tú...", "a mí también me gustaría...", "desde siempre he tenido la idea de..."; desgraciadamente suelen estar seguidas por otras como "lo que pasa es que...".

Grandes sueños,
días grises

Los "ladrillos" con los que está hecha una vida son los días que la vivimos; y si la calidad de esos ladrillos es mala, si no somos felices en cada uno de esos días de que disponemos, nuestra vida en conjunto será de mala calidad y nosotros seremos infelices. Vale que con el tiempo vamos adquiriendo una serie de responsabilidades que tenemos que atender (trabajo, familia, lo que sea) pero nuestra primera responsabilidad es con nosotros mismos. No valen excusas: nadie está tan ocupado como para no poder disponer de dos horas a la semana. Si tuviéramos una enfermedad que nos obligara a ir dos horas a la semana al hospital o moriríamos ¿encontraríamos el tiempo? Pues esto es exactamente igual, con la ventaja de que esta "terapia" la estamos haciendo mientras todavía estamos sanos.

Mi primer consejo para Vanessa, o para cualquier joven con quien pudiera compartir mi experiencia, es este: encuentra algo que te haga feliz, y no dejes de hacerlo por nada del mundo. Explora, investiga, prueba distintas alternativas, descubre qué es lo que realmente te gusta; y a partir de ahí arréglatelas como sea, organízate el poco tiempo de que dispongas, rechaza otras cosas por muy tentadoras que parezcan si son incompatibles, vence tu cansancio o tu desgana, levanta el culo del sofá o despiértate más temprano y oblígate, pero hazlo. Y no pares.

Hacer deporte, escribir un libro, pasear, escuchar música, ir al cine, hacer yoga, aprender a tocar un instrumento, tener un blog... Estas actividades o cualquier otra que se te ocurra no son solo eso: son un escape a los problemas, un descanso para tu mente, una terapia para prevenir infelicidad y tristeza. Pueden ser la diferencia entre llegar a viejo y mirar atrás y pensar "¿qué he hecho con mi vida?" o sentir que todo ha merecido la pena.

Si tanta gente ha tirado su existencia a la basura es porque lo más fácil es dejarse llevar por la inercia, ir cargándose poco a poco con cosas que les han ido alejando de lo que les hacía realmente felices para convertirles en esclavos. Tú, que aún eres joven, puedes elegir un destino diferente y mejor: no te dejes vencer. Para volar hay que mover las alas, y siempre es más cómodo quedarse en el suelo; pero estar allá arriba lo hace todo especial. Hace falta disciplina para ser feliz, pero créeme: compensa.

4 comentarios:

  1. Anónimo1/17/2011

    Excelente!!!!!

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  2. Muchas gracias, el domingo que viene sigue la serie :-D

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  3. Así que después de todo tienes una "hija" ;-)

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  4. No sé qué me preocupa más: si que un tipo como yo pueda tratar a alguien como una hija, o que esto pueda ser un signo de que me estoy haciendo viejo...

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