La motivación del creador


Stereophonic: Mr. Writer


Dentro de unos días voy a publicar en Mandelrot una obra en la que he estado trabajando casi 5 años. Será la culminación de un trabajo titánico: no es solo que en total tiene 500 páginas, sino que ya verán que por la manera en que está contada -pronto entenderán a qué me refiero- el proceso creativo ha sido especialmente complejo. Y en realidad esto no pasaría de ser lo que hace cualquier otro escritor; pero resulta que además toda la labor editorial y técnica que normalmente corresponde a un equipo de especialistas cada uno en lo suyo lo he tenido que hacer todo yo (solo como ejemplo: estas últimas vacaciones navideñas hice una media de 70 horas de trabajo semanales delante del ordenador, con días de hasta 16 horas) así que créanme que para meterse en algo así y lograr llegar a este punto uno tiene que tener una motivación realmente poderosa.

Justamente estaba hablando de esto hace unos días, y yo trataba de explicar cuál es la razón por la que empecé a escribir cuando era un adolescente y siempre he sentido esta necesidad; entonces se me ocurrió compartirlo con ustedes porque creo que la idea se puede extrapolar a cualquier proceso artístico... Vamos allá.

Imagínense que les estoy contando una experiencia personal que ustedes no han vivido: por ejemplo si una vez en mi juventud le hice muchísimo daño a un ser querido, de manera consciente y sintiéndome fatal por lo que hacía, y con el arrepentimiento posterior aunque sacara mucho beneficio de aquello... Si yo comparto lo que me ha pasado con alguien que sé que nunca ha pasado por lo mismo siempre me quedará la sensación de que por más que describa los detalles y por bien que sepa expresarlo será muy difícil que la otra persona comprenda de verdad la experiencia interior que me ha supuesto todo eso; hay cosas que por más que te las cuenten no te las puedes imaginar, o al menos tú sientes que el otro no llega a hacerse una idea real de lo que eso ha sido para ti.

Pero un día estoy escribiendo una historia sobre la Mafia, en la que el protagonista es un chico joven que ha entrado en la organización y va ascendiendo. En un momento de la historia le ponen a prueba: le encargan matar a alguien de su propia familia, alguien a quien quiere mucho. El chico tiene que hacerlo y lo hace... Yo antes he trabajado al personaje y la situación para que el lector se identifique con él y siga la historia viviendo lo que él vive, y llegada la situación concreta describo los acontecimientos para meterle en la acción. Quiero que sufra como el protagonista, que sepa lo que se siente... Y después en la narración a lo mejor habrá un instante en que el personaje mire atrás y recuerde lo que ha tenido que hacer para triunfar, sienta esos remordimientos como una espina que nunca se podrá sacar aunque gracias a eso haya conseguido mucho en su vida. Si he hecho bien mi trabajo como escritor, el lector se identificará con él y experimentará también esa sensación.

Pues bien, a lo mejor yo cuando estoy escribiendo esa historia de mafiosos no estoy pensando en aquel suceso de mi juventud; puede que incluso ni lo recuerde. Pero posiblemente haya sido mi referencia inconsciente para meterme yo en la piel del personaje y hacer que el lector sienta lo que yo sentí... La persona que consume la historia lo hace dejándose llevar por la narración, sumergiéndose en las circunstancias para experimentar sensaciones que van más allá de las que vive normalmente; para ella es una manera de viajar por otros mundos, y para el creador -o al menos para mí- es el mecanismo de expresión de una serie de cosas que llevo dentro y para las que no tengo una forma mejor de compartirlas.

Crear es una
necesidad

Y no es simplemente que use mis vivencias para enriquecer las historias: es que las historias que cuento son una excusa para comunicarme con los demás y transmitirles estas sensaciones. Siguiendo con el ejemplo de antes, no es que necesite justificar algo de mi personaje y para eso recurra a algo que me pasó cuando era joven; sino que seguramente sentía la necesidad de sacarme esa espina del alma (aunque no recuerde el hecho concreto que me hizo sentirme así) y mi impulso de transmitirle esto a alguien fue lo que me llevó a escribir esa historia de mafiosos.

Así que el tipo de artista que yo soy es una persona que vive con una sensación de cierta incomunicación en su vida normal. Le falta algo, se siente aislado, y necesita crear para romper ese aislamiento y llegar hasta los otros para compartir su mundo interior. Yo me he dado cuenta de todo esto con la obra de la que les he hablado al principio, y echando la vista atrás he comprendido que esto me lleva pasando desde siempre.

De todas formas yo escribo para disfrutar, mi manera de redactar es fácil y simple (no me gusta nada “hacer literatura” ni machacar al lector presumiendo de gran vocabulario) y lo más importante para mí es contar una historia que sea entretenida, que enganche y con la que todos lo pasemos bien. Después de haber escrito relato y novela, cine, teatro, cómic, radio, poesía, publicidad y todo lo que se me pusiera por delante; después de haber experimentado con el drama, western, novela negra, comedia, cuento y mucho más, la historia que conocerán dentro de unos días se llama “El Viajero” y es una trilogía de novelas de ciencia ficción. Con ella he podido vivir aventuras increíbles y me ha dado momentos inolvidables durante estos últimos años; y muy pronto la compartiré con ustedes para que podamos disfrutarla juntos. ¡Ojalá!

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