El día perfecto

Miriam Stockley: Perfect day

Durante el último par de semanas he estado haciendo un interesante experimento con algunas personas cercanas, que les quiero comentar hoy recomendándoles de paso que prueben ustedes también porque es bastante curioso. Empiecen si quieren por sí mismos y cuando den su respuesta párense a analizarla, seguro que sacan sus conclusiones... Se trata de contestar a esta pregunta: ¿cómo sería para ti un día perfecto de una vida perfecta?

La única regla que yo les ponía a mis “cobayas” era que no hubiera cosas raras: superpoderes, magia y demás. Que fueran cosas razonables y posibles en nuestro mundo real, pero aparte de eso no quería condicionarles sino al contrario ver qué decían sin ninguna guía ni pistas por mi parte.

¿Quieren participar ustedes también? Si es así les sugiero que hagan una pausa en su lectura, se tomen un par de minutos para pensar y jueguen conmigo. Mi propuesta es que lo hagan por escrito, al menos a grandes rasgos: cuentan su día como si estuvieran contando una historia. “Me levanto a esta hora, luego pasa esto y esto, luego esto, aquello, lo de más allá, blablablá, me voy a dormir blablablá”. Creo que les gustará la experiencia y después de leer lo que yo les he puesto a continuación la comparación les dará que pensar...

...

Seguimos. Lo primero que me ha llamado la atención es que mucha gente no es capaz de responder inmediatamente a la pregunta: “tendría que pensarlo”, “bufff, no sé...”, etc. Claro, cuando más tiempo tienes para contar tu día perfecto más cosas se te ocurren, y -también curioso- más ambiciosos son tus sueños. Pero ha habido enormes diferencias entre diferentes personas, que a mi juicio son muy significativas: desde una que me ha dicho “entro en mi cocina que acabo de reformar completa” (ni siquiera se planteó cambiar a una casa nueva) hasta “estoy en la playa paradisíaca de mi isla privada”. Por cierto que esto me ha dado mucho que pensar: el tamaño de nuestros sueños también habla de cómo somos. Quizá otro día escriba sobre esto...

Aparte del hecho de que muchos de estos deseos van un poco contra la lógica, por ejemplo con lo de la isla tropical creo que la mayoría de la gente se aburriría de vivir en medio de la nada y aun pudiendo elegir en la práctica se irían a una casa más cerca de la civilización, lo que más me ha llamado la atención es que la mayoría de los “deseos” tenían elementos muy parecidos: dinero, sexo, comida, amor y amistad, relax, tiempo libre.... Y por otra parte otras cosas supuestamente valiosas como el poder, la fama y demás, no me las mencionó nadie. Fíjense al final a qué cosas damos importancia, ¿eh?

Porque, aquí viene el principio de mis conclusiones, lo más sorprendente es que la mayoría de las cosas que mis amigos relataban eran cosas que en realidad pueden tener sin gran dificultad. Algunas sí eran inalcanzables (la isla tropical, por ejemplo) pero otras eran simplemente cuestión de ponerse, sacar tiempo y organizarlo bien. No hace ni falta que diga que en el día perfecto de nadie entró la palabra “trabajar”, y por supuesto es algo que no podemos evitar; pero en teoría nuestros fines de semana o días libres podrían acercarse bastante a nuestro ideal de El Día Perfecto o al menos incorporar esas cosas que queremos y que los harían mucho mejores.

Aunque, esto que les voy a decir también es una opinión personal, aparte del trabajo en muchos casos el “obstáculo” que inconscientemente algunas personas me planteaban para aplicar a la realidad su idea del día perfecto era su pareja. Evidentemente la otra persona no es una esclava y si pudiera elegir seguramente su día ideal sería distinto con placeres diferentes -o aún siendo iguales, no en los mismos momentos-, con lo cual tenemos dos posibilidades: o cuando te pones a relatar tu día perfecto te lo montas solo, o -como no puedes garantizar que el otro quiera lo mismo- tendrás que negociar y acabarás haciendo algo que ya no será “el día perfecto” que era de lo que estábamos hablando.

Curiosamente la trampa a la que recurría todo el mundo era a controlar lo que hacían los demás: por ejemplo, “hacemos el amor en la playa” implica que el otro también quiere. Pero la única regla era que no valían superpoderes, así que si eliminamos el control mental eso no es posible... Yo siempre empezaba dejando que el otro dijera todo lo que se le ocurría porque mi primer objetivo era ver qué clase de persona es la que se fija en unas cosas y no en otras, pero después cuando empezaba a poner estas objeciones ya mis interlocutores tenían que admitir que para su felicidad dependían en bastante medida de los que les rodeaban. Y eso, da igual que seas rico o el amo del mundo o que tengas una isla tropical, no depende de ti ni se puede controlar.

Así que en el mundo real es posible hacer cosas que mejoren nuestra calidad de vida; simplemente hay que ser conscientes de ello, tener claro qué nos hace felices, y trabajar para conseguir esas metas. Y debemos valorar cada pequeña victoria, porque por mucho que tengamos nada nos garantiza que mañana será un buen día porque en realidad estamos a merced de la suerte...