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Supongo que les parecerá extraño que, del viaje a Copenhague que
como saben he hecho hace unos días, lo que les traiga para compartir con ustedes sea la foto de una tumba. Entré en este cementerio pensando que era un pequeño parque (eso parecía en el plano) y tardé en darme cuenta de mi error, porque a diferencia del aspecto triste y lúgubre de los que uno puede ver en España este lugar era como un jardín precioso; con mucha diferencia lo que más me gustó de la ciudad. Los daneses me dieron la impresión general de ser gente que pasa totalmente de la ostentación y el formalismo, el aparentar y
quedar bien que tenemos en otros países; en este lugar en concreto no había ni estatuas imponentes, ni mármol ni panteones pomposos... Había personas que habían muerto y cuyos seres cercanos los habían enterrado queriendo que descansaran en un lugar agradable, nada más.
Miren la imagen, quizá les sugiera lo mismo que a mí: una piedra, un corazón de madera clavado en el suelo con las letras "I love you", la figurita de un ángel y unas flores plantadas en el trocito de tierra. Frank Lüder solo vivió 31 años, pero cuando se fue debió dejar muchísimo cariño tras de sí.