Depeche Mode: Wrong
El mayor error de mi vida lo cometí cuando tenía 15 años. Fue tan grave que ha marcado el resto de mis días hasta hoy, quitándome (ahora lo sé) mucha felicidad durante 24 años; ahora estoy trabajando duro y preparando sacrificios para tener alguna posibilidad de arreglar las cosas en el futuro, pero de momento me ha fastidiado la mitad de mi vida y lo que me queda hasta que lo consiga... En caso de que pueda, que no será fácil y podría tardar bastantes años más.
¿Y qué puede ser eso tan terrible? ¿Es algo extraordinario? ¿En qué situación tan decisiva me pude ver cuando solo era un adolescente, que estoy pagando las consecuencias aún hoy? Pues miren, en algo tan inocente como elegir los estudios equivocados para la profesión equivocada.
Estaba hablando hace solo unos días con un amigo de esto: él es un científico fuera de serie en su campo, un primera línea mundial (no estoy exagerando) que por ejemplo me contaba mientras dábamos un paseo que acaba de publicar un artículo en una de las revistas internacionales más prestigiosas de su profesión conjuntamente con el especialista número uno del mundo en su sector. Y ¿saben qué? Un tipo como él, que ha conseguido las mayores metas profesionales posibles, está preparándose para empezar el año que viene a estudiar otra cosa y así en el futuro poder dejarlo todo y dedicarse a algo totalmente diferente, que ahora sabe que es lo que realmente le gusta. ¡Alucinante!
Como los dos estamos ya enfilando los 40, ¿podría ser que tuviéramos la crisis de la mediana edad y por eso nos dé por pensar estas cosas? Cada uno ha trabajado muchos años en lo suyo, ha tenido éxito y ha llegado hasta donde se puede llegar en su trabajo, y quizá esto no sea más que un "¿y ahora qué?" que nos haga buscar nuevos alicientes para el futuro. Pero curiosamente a él le pasa como a mí: identifica exactamente el momento de su vida en el que tomó decisiones que le llevaron por el camino equivocado, y aunque a ambos tampoco se puede decir que nos haya ido mal, en nuestra conversación coincidíamos en que hicimos una elección que iba contra lo que en el fondo realmente queríamos. No, no se trata de crisis de edad sino de abrir los ojos y ahora, con la madurez y la experiencia, examinar nuestros actos y sacar conclusiones.
También estaba de acuerdo conmigo en que, en aquel momento de su vida, lo que le habría hecho mucha falta hubiera sido la orientación de alguien que pudiera ayudarle. Los dos tuvimos al típico "orientador profesional" en el colegio, el tutor que tiene una charla contigo de cinco minutos, y a ninguno le sirvió para nada salvo para saltarse una clase; pero no tuvimos una guía, a alguien con experiencia (por ejemplo, la que nosotros tenemos ahora) para ayudarnos a conocer cómo eran en la práctica las profesiones y las opciones que en ese momento manejábamos y que sobre todo nos hiciera descubrir nuestra verdadera vocación.
Si yo hoy tuviera que hacerme cargo de un adolescente de 15 años que está a punto de hacer su primera gran elección en la vida (la rama de bachillerato que va a estudiar) intentaría no limitarme a una charla de cinco minutos. Le preguntaría por su intereses, trataría de ayudarle a distinguir las aficiones pasajeras de lo que podría ser una auténtica vocación, le animaría a buscar aplicaciones prácticas de esas preferencias (los trabajos a los que podría dedicarse), y cuando tuviera algunas ideas concretas intentaría ponerle en contacto con profesionales del ramo o todavía mejor ir a algunos centros de trabajo donde hay gente desempeñando esos puestos que le interesan. Me tomaría el tiempo que hiciera falta: un mes, tres meses, un año... Y volvería a empezar todas las veces que hicieran falta si en algún momento llegábamos a la conclusión de que lo que descubríamos no le llenaba. Después de 24 años caminando en la dirección equivocada les puedo garantizar que la inversión compensa y que cualquier esfuerzo es poco... Pero lo más importante de todo: si yo ayudara a un joven a dar el primer gran paso, le insistiría sobre todo en que, si en algún momento de su vida futura, siente que lo es feliz haciendo lo que hace, siempre tendrá derecho a dejarlo todo y empezar de nuevo. Por mucho que le cueste, por muchos problemas que le traiga: su vida es su responsabilidad y solo suya.
Aún así todos somos humanos, nos equivocamos con libertad y tenemos que hacernos responsables de nuestras decisiones; pero es que un chico de 15 años no está preparado para elegir su vida por sí solo. Si mete la pata que la meta y que lo pague, pero al menos todos deberíamos tener derecho a que los adultos que tenemos cerca y quieren lo mejor para nosotros nos echen una mano en lo posible. Mi amigo y yo tenemos la suerte de que aún nos es posible cambiar, por supuesto a base de disciplina y sacrificios; pero ¿cuántas personas sienten que son extraños en sus vidas y ya no se ven capaces de escapar a las responsabilidades y los compromisos que les hipotecan?
Yo no soy padre y (afortunadamente) nunca lo seré, y espero que jamás tenga que hacerme responsable de nadie más que de mí mismo; pero quería compartir esta reflexión con ustedes porque supongo que la mayoría sí está o estará en esa circunstancia, o bien conoce a alguien que se verá en el trance. Piensen sobre ello y tomen sus decisiones... Como adultos.