El universo de los gatos callejeros


Este grupo de auténticas guerreras que me acompaña en la foto son las amigas de Libertad Felina, asociación a la que dedicaré un espacio especial en el número de septiembre de la revista Tu mejor amigo. He estado esta tarde con ellas sacando material para la publicación, y ya que estábamos nos hemos hecho la foto para compartirla con ustedes.

He vuelto a casa más que impresionado con su tremendo trabajo. Si ya dedicarse a una protectora es echarle un montonazo de horas y en muchos casos rascarte tu propio bolsillo para pagar de todo (por ejemplo me contaban que solo con un gato se tuvieron que gastar para empezar 3000 eurazos en veterinarios, comida especial y demás para poder salvarle la vida), en el caso de Libertad Felina además es que prácticamente todos sus gatos viven directamente en la calle agrupados en lugares específicos que desde la asociación controlan y mantienen llevándoles alimentos, limpiando el entorno, capturando a los que haga falta para el control veterinario y demás, y superando otros obstáculos como por ejemplo la propia Policía. Imagínense lo que irte en tu tiempo libre TODOS los días por ahí a limpiar cacas de gato en plena calle, recoger también todo tipo de basura que la gente tira (luego los sucios son los bichos), llevar comida y agua, cargar con jaulas, llevarse mordiscos y arañazos, traslados a veterinarios, pasta que se te va por todas partes, animales a veces destrozados que intentas salvar sabiendo que a veces viven y a veces mueren... Quitándole tiempo a tu familia, a tus amigos, al sueño, con sol, con lluvia, con frío, en vacaciones, en Navidad, sin descansar. Pues de eso y de muchísimo más es de lo que estamos hablando.

Con todo, yo cuanto más conozco el mundo de las protectoras más me parece que lo más duro no es lo que haces sino lo que te dejas por hacer. Los bichos parecen infinitos y todos te necesitan, y tú ya no puedes meter a más animales en tu casa o en las casas de los demás; los ves morir a montones en las perreras, en la calle, en las mesas de operaciones o en cubos de basura abandonados, y te sientes como si tuvieras que drenar el océano con un dedal. Por cada uno que vive mueren miles delante de tus narices, y ¿qué haces? Estás en una guerra que sabes que no vas a ganar. La única defensa psicológica posible es tener claros tus límites para no quemarte, centrarte en la parte sobre la que sí puedes hacer algo y tratar de que el resto te afecte lo menos posible.

Siempre se lo digo y aprovecho la ocasión para repetirlo. Vivan ustedes en el país que vivan, seguro que no demasiado lejos de donde están hay gente que se dedica a la causa imposible de la protección de los animales. Todo el mundo no tiene energía, tiempo, valor o estómago para ponerse a luchar en las trincheras; pero todos podemos hacer una donación aunque sea mínima, comprar un saco de comida, ir en una tarde aburrida a una perrera a sacar a un pobre perro a dar un paseo, hacer un click en Facebook para compartir un enlace o al menos educar a nuestro hijo para no comprar animales en tiendas habiendo bichos en el corredor de la muerte esperando el milagro de que alguien les adopte y les dé una segunda vida. Si uno quiere hacer algo no necesita excusas, simplemente lo hace. Ya que tenemos a estos soldados encargándose del trabajo más duro ¿es realmente tan difícil aportar un granito de arena?