¿Cuál es tu excusa?
El viernes pasado dormí apenas dos horas porque tenía un dolor lacerante en el pie izquierdo (un golpe que me tuvo todo el día pensando que me había roto algún hueso) que me estaba volviendo loco. Además llevaba un par de días con la espalda fatal (tengo dos hernias discales), y me tuve que levantar a las 5:30 de la mañana para cruzar media ciudad caminando cuesta abajo para ayudar a una amiga en el trabajo. Estuve unas 4 horas sin parar, vuelta cuesta arriba para casa, y como los viernes me toca gimnasio nada más llegar me cambié y me fui para allá (pensé que era mejor quitármelo cuanto antes porque si me sentaba no me podría levantar) a destrozarme como es habitual. No solo hice la rutina completa sino que encima llevo un par de semanas sufriendo extra porque he hecho algunos incrementos de peso, y como no quería trastocar mi planificación preferí mantener el nivel aunque en esas condiciones me costara aún más. Volví para casa de nuevo arrastrándome por la calle (entre la espalda doblada y la cojera debía parecerme a Quasimodo) y pasé el resto del día moviéndome lo menos posible, con lo que ya que estaba en esas aproveché para dibujar y leer material interesante que tenía pendiente lo cual me sirvió para olvidarme de la paliza hasta que el cuerpo se me mejorara un poco.
Mientras iba hacia el gym escuchaba esa vocecilla interior que te dice "¿pero por qué haces esto?", "por un día que te saltes el deporte no pasa nada", "mejor es quedarse el resto del día en la cama" y demás. Esas son también las cosas que, cuando uno se esfuerza para conseguir algo que quiere pero que es muy duro y difícil, los perdedores que tiene alrededor le dicen como si le estuvieran ayudando. Por supuesto a la vuelta mi yo perdedor ya no tenía nada que decir, solo escuchaba esa otra voz interior de satisfacción diciendo "un día más, lo has conseguido".
Cuando te enfrentas a un imposible que realmente deseas conseguir (con "imposible" me refiero a un reto personal que requiere que rompas tus límites porque con los que tienes ahora es una meta inalcanzable y tendrás que superarte para vencer) es como si dentro de tu mente hubiera dos "yo": el yo ganador y el yo perdedor. El yo ganador te dice "voy a darlo todo para conseguirlo" y el yo perdedor dice "con lo bien que se está en el sofá viendo la tele... Si eso ya empiezo el lunes". Hace muchos años escribí un post llamado "para subir hay que ir cuesta arriba", y efectivamente si decides convertirte en la versión ganadora de ti mismo sabes que te va a costar y que tendrás que esforzarte al máximo para mejorar lo que requiera tu objetivo. Como esto por supuesto no es fácil claramente no está al alcance de cualquiera, por eso hay muy pocos ganadores y tantos perdedores a su alrededor preguntando eso de "¿pero por qué haces esto?".
Es perfectamente comprensible que los perdedores, los que siempre son la versión perdedora de sí mismos, hagan esta pregunta. Claro, ellos no saben lo que se siente en la victoria personal y por eso no entienden ni entenderán nunca por qué vale la pena el trabajo y por qué la satisfacción del ganador compensa más que de sobras por todo el duro camino anterior. Siempre que se te plantea algo que quieres conseguir esas dos voces están ahí dentro de tu cabeza: cuantas más veces eliges luchar para ganar más fuerte se hace tu voz ganadora, más disciplinado te vuelves tú, más motivado estás y más convencido de tus posibilidades, y más consciente eres de que al final el momento de la victoria valdrá la pena. Pero si normalmente eliges escuchar a tu voz perdedora esta será la dominante, estarás acostumbrado a buscar excusas o justificaciones de por qué dejaste de intentarlo, no conocerás el valor del premio gordo que te espera y por tanto no llegarás a entender por qué vale más que la inversión que requiere conseguirlo. En cualquier momento puedes cambiar, pero cuanto más veces hayas elegido uno de los dos caminos este más tenderá a convertirse en tu primera opción.
Si yo fuera un perdedor habitual y quisiera cambiar en mi vida empezaría por ponerme un objetivo imposible (algo que verdaderamente desee: no se trata de sufrir porque sí, y tiene que ser algo que te dé una satisfacción sin igual cuando lo consigas) pero cuyo proceso fuera muy breve, si es posible de unos pocos días o máximo una semana. Cuanto más tiempo me llevara más difícil sería mantenerme y tendría más posibilidades de rendirme; pero si es algo que solo te lleva por ejemplo 5 días puedes estar el miércoles muriéndote y decirte "solo dos días más". Breve pero realmente fuera de mis límites actuales: algo que me requiriera ser mejor de lo que ahora soy, ser la mejor versión de mí mismo, tan deseado como imposible para que cuando lo consiguiera me hiciera de verdad sentir la Victoria con mayúscula. Esa es la sensación que un perdedor todavía no conoce (y no se puede explicar), la que hace que todo lo anterior haya valido la pena, y que te da un punto de vista sobre ti mismo y sobre tus retos que solo puedes tener cuando estás en la cima. Una vez la pruebas ya nada es igual.
Porque, como saben todos los ganadores, el secreto que la victoria solo deja conocer a quienes la viven es que es adictiva.
Ver más entradas de
Visiones de un cíclope