Mejorando la realidad


Acabo de terminarme el tercero de los seis libros de Andrew Loomis para aprender ilustración y estoy entre maravillado, alucinado, embobado y postrado ante la impresionante maestría de una bestia parda tanto del arte en sí como de lo que es saber explicarlo.

El tipo publicó sus "lecciones" de ilustración a mediados del siglo XX y, después de haberme tragado mucho y variado material moderno en mi camino para aprender a dibujar mis propios cómics, por la mitad que llevo leída de lo suyo casi me atrevo a decir que todo lo demás no son más que actualizaciones de la cátedra que ya sentó él. Lo abarca todo: perspectiva, composición, color, luces y sombras, caricaturas, figura humana, ropa y tejidos, el lenguaje publicitario, ilustraciones de libros... Todo lo que se les ocurra está aquí. Yo realmente no necesito tanto y el 90% me sobra (a mí con que sea capaz de meter ideas en viñetas de manera comprensible ya me vale, no quiero ser un virtuoso), pero estoy disfrutando enormemente su talento para crear y también para explicar hasta los más profundos rincones de su arte. Es como descubrir un mundo que jamás sospecharías que podía estar ahí.

Pero aparte de la parte técnica, hoy les quiero destacar un detallito que me ha encantado y que es más "filosófico". Deténganse un momentito en apreciar la sutileza del trabajo de un genio: