Aún voy por el primer tercio más o menos de uno de los dos cursos de programación para teléfonos Android que tengo previsto completar este verano, y cuando la cabeza ya no me da para más me relajo un poco estudiando Meteor (espero hacer las prácticas del año que viene en una empresa que hace sus webs con Meteor y no quiero estar allí de inútil, tengo que prepararme bien antes para ser productivo desde el primer día).
Hace un par de días le contaba a una amiga que lo que más me había sorprendido al volver a estudiar rodeado de jóvenes es lo "viejos" que son. Yo relaciono la juventud con energía, ganas de aprender, de ser mejores, de comerse en mundo; pero salvo raras excepciones lo que me he encontrado es a unos abuelos de 20 años que no estudian para aprender sino para aprobar (aunque sea por los pelos, solo quieren el papelito que dice "diploma") y que ven normal pasar todo su tiempo libre vegetando delante de la tele o jugando a videojuegos. Mi naturaleza es muy ambiciosa y mi máxima motivación cuando me levanto por las mañanas es acabar el día habiéndome superado a mí mismo: aspirar a pasar mi vida con un "aprobado justo" no es suficiente, quiero morirme sabiendo que todos y cada uno de los días que he vivido he sido mi mejor versión.
Mi amiga (que es profesora) me decía que la mayoría serán vegetales toda su vida, pero que algunos de ellos con la experiencia y la madurez empezarán a comprender que el tiempo perdido ya no vuelve y se pondrán a aprovechar el que tienen; la clave está en que despierten antes de que sea demasiado tarde y las cargas familiares, hipotecas y demás sean tan pesadas que ya no les permitan volar. Tiene razón, aunque en mi opinión no existe el "demasiado tarde" cuando uno quiere algo de verdad.
