Ni un panadero que se desloma levantándose todas las madrugadas para sacar adelante su negocio tiene por qué pagarle ni un céntimo de la carrera a un señor abogado, ni yo tengo que hacer de mecenas para el sueño de nadie de estudiar Historia del Arte. O aún peor, que los países pobres estemos financiando por la cara la educación de los ingenieros que luego se van a producir a los países ricos.