Es que a quién se le ocurre dejar que los ciudadanos hagan con sus vidas privadas lo que les dé la gana y gestionen sus relaciones como les salga de las narices; menos mal que los políticos saben mejor que la chusma lo que les conviene, y pueden usar la violencia estatal para controlar incluso las relaciones afectivas de sus esclavos. Por su bien, claro.
(La estupefaciente noticia
aquí. Luego decimos que si en China blablablá).