Qué rico, una siesta


En el sitio donde vivo hay mucha gente que compra animales de raza, y curiosamente es bastante común en los barrios pobres (donde además del dinero escasea el intelecto) ver al típico matao presumiendo de su pitbull o al padre fofo y avejentado mirando a todas partes con el carlino al lado que apenas puede respirar de tantos cruces de mierda que le han hecho para que tenga esa pinta supuestamente graciosa. En realidad creo que el chucho de la foto está más feliz sufriendo los rigores de la calle que con dueños como esos.