Estos días se ha celebrado el aniversario de la Constitución española, y con ese motivo ha estado circulando por la red la foto de los tipos que, sentados alrededor de una mesa y sin control de nadie, acordaron la muerte de España. Después de eso los carniceros a los que hay gente que llama "padres de la Constitución" sometieron el texto que se apañaron entre ellos a un esperpéntico referéndum, con la siguiente pregunta: "¿Aprueba el Proyecto de Constitución?". Les faltó decir "o si no... Bueno, usted mismo".
La aprobación de los ciudadanos fue abrumadora, pero vamos a pararnos a pensar un momento. Salíamos de 40 años de dictadura, la tensión de volver atrás y el peligro de que la cosa saliera mal y el sector (aún relevante) de franquistas consiguiera la continuidad era más que real en la cabeza de todo el mundo. Es más que evidente que lo que realmente estaban apoyando los españoles no era esta constitución, sino la idea de que querían vivir en democracia. Si en lugar de ese texto les hubieran puesto la lista de la compra de la vecina del quinto la habrían apoyado igual: teniendo la presión encima de poder volver atrás, hay que ser o muy idiota o muy simplón para pensar que realmente la gente estaba votando ese texto y no otro con total libertad, y que los votantes pensaban "si sale 'no' no pasa nada, al final se hará otro con el que sí estemos de acuerdo".
Para que eso se diera, es decir para que los ciudadanos pudieran haber elegido en libertad las condiciones de su nuevo sistema político, primero tendría que haber habido un referéndum sobre si se quería continuar con el Régimen o si se quería democracia. Una vez los ciudadanos hubieran dado su respaldo al cambio, una vez la presión retrógrada hubiera quedado superada, entonces sí tendría sentido democrático elegir una u otra alternativa que se pudiera presentar para que los españoles decidieran entre ellas. Pero por supuesto de alternativas nada: aquello fue "trágate esto o atente a lo que pueda pasar". Y todo el mundo era perfectamente consciente de lo que podría pasar.
Lo más correcto de todo este show es llamar a esos tipos "padres": efectivamente, unos tipos "de esos que saben lo que nos conviene y hacen todo por nuestro bien" acordaron sus planes en un despacho y nos trataron a todos los demás como si fuéramos niños. Y sus sucesores lo siguen haciendo.