El presidente egipcio Gamal Abden-Náser (tan musulmán como cualquiera) tenía la misma opinión sobre los radicales que yo tengo sobre las feminazis y familia relacionada: cuando uno tiene una enfermedad mental la solución está en que el resto de la sociedad le ayude a superarla y curarse, y no en que se deje contagiar. Lamentablemente en los dos casos, tanto el del mundo musulmán como el de la civilización occidental, el pronóstico parece irreversible.