Utopía

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¡¡Sorpresón!! Cuando le quitas recursos a los que contienen a los malos, los malos prosperan. Me pinchan y no sangro.


Siempre que digo que soy súper súper súper favorable a la inmigración y que deberían bajarse al mínimo las barreras de entrada a los extranjeros, los progres que conozco dicen "muy bien, este tío es de los nuestros". Cuando añado que esas barreras deberían ser única y exclusivamente ser ciudadanos ejemplares en todos los sentidos y acreditar el pago de impuestos (en una cantidad calculada por el Estado que siempre supere a los gastos medios que cuesta cada ciudadano) empiezan a torcer el gesto en plan "bueno, bueno, a ver". Entonces cuando voy a que de hecho creo que los extranjeros que viven y contribuyen en nuestro país deberían tener exactamente los mismos derechos que los españoles incluido el del voto, y que por tanto el voto no se debería basar en dónde has nacido sino dónde participas de la sociedad pagando como uno más, empiezan a arrugar la cara como diciendo "espera que esto no va por donde yo pensaba". Y cuando concluyo con la consecuencia lógica de todo esto, que es que el sufragio universal es injusto y que solo los que tienen saldo neto positivo de impuestos vs costes al Estado deberían poder votar todo lo que no sea la Constitución misma, es cuando ya se les empieza a derretir la cara como en las películas.

Imagínate que tus amigos te invitan a una barbacoa y les dices que no puedes ir porque no puedes pagar tu parte, y te dicen "no importa, nosotros pagamos de más para que tú puedas venir y no te preocupes"; si tú te pones a decir "ok, pues esta carne no me gusta, compra aquella otra, y además tráeme esta bebida que es mi favorita, y además..." tus colegas te acabarán diciendo "mira, encima que vienes a comer gratis encima no te pongas a exigir, cómete lo que haya o paga tu parte y entonces decides tú también". Pues tal cual.

El sufragio universal tenía sentido cuando el Estado no mantenía a nadie, pero es incompatible con el Estado del Bienestar. Si los ciudadanos invitan a un grupo de la población al asado y los invitados cada vez son más y tienen influencia en cómo se gestionan los fondos (que pagan los otros), no hace falta ser un genio para imaginarse cómo va a acabar la barbacoa en cuestión; en San Francisco la carne ya empieza a oler a rancio.