Ayer fue mi primer día de trabajo después de una semana libre: ahora empieza un pico de temporada muy intenso (voy a trabajar seguido sin librar hasta el 10 de enero, recuperaré días libres después) y encima como verán el comienzo no ha sido lo que se dice con buen pie. Les cuento lo de esta primera jornada laboral sólo como introducción:
Ahora mismo tenemos por aquí un tiempo horrible, lluvia intensa con viento y frío. Cuando uno está ahorrando durante meses para irse una semana de vacaciones a un sitio famoso por su buen tiempo y al llegar se encuentra un panorama así es normal que esté de mal humor, y como encima la mayoría de actividades y excursiones no se pueden hacer pues los clientes están en general mitad irritados y mitad aburridos y buscando a alguien a quien molestar para sacarse las dos sensaciones pasándoselas a otro.
Aparte de esto, nada más entrar al spa después de las vacaciones me encontré con que me habían robado unas conchas marinas y otros elementos de decoración que tenía por ahí; nada realmente grave, todo es reemplazable, pero el hecho de que te birlen cosas que son gratis y uno puede encontrarlas en la playa a cien metros del hotel ya les dice cómo son mis clientes. Ah, súmenle a esto que en mi "vuelta de reconocimiento de daños" por el spa también me encontré que los chimpancés habían roto de un golpe una de las luces de colores de la sauna... ¿Qué hace uno dentro de la sauna para cargarse una de las luces de las paredes? Yo tampoco me lo imagino, pero ya sabemos que la realidad supera lo peor que a uno se le pueda ocurrir.
El spa fue construido sólo hace un año y medio; además costó una pasta porque como el dueño del hotel es alemán trajo a una compañía alemana con la que por lo visto suele trabajar. ¿Será que en Alemania nunca llueve? Lo digo porque a los pocos meses de abrir, el invierno pasado, ya cada vez que llovía las goteras eran tan a chorro que tuvimos que cancelar varios días el servicio de masaje... En teoría habían aislado el techo, pero ayer al abrir los cuartos de masaje me encontré en los dos enormes charcos en el suelo -donde están los enchufes- y en uno de ellos otra vez un chorro cayendo justo en el centro de la camilla donde se supone que al cabo de un rato tenía que darle masaje a mi primer cliente. Teniendo en cuenta que llevaba más o menos dos minutos de trabajo no está mal, ¿eh?
Teóricamente tenía que cambiar los tratamientos que tenía, pero es que encima alguien durante mis vacaciones cometió un error y me habían puesto a la misma hora varios tratamientos con distintos clientes -todos ellos difíciles, según me habían contado-. En fin, uno ya tiene experiencia y sabe que de una forma u otra saldrá de la situación... A costa de problemas y quejas que perjudican a mi departamento, por supuesto.
Para no alargar más la introducción les ahorraré lo de que dos camisetas para el trabajo que había dejado para lavandería me habían desaparecido -no fue culpa de nadie en realidad y ya las he recuperado-, lo de que como el spa estaba abarrotado y yo no tenía tiempo para nada vinieron clientes dos veces a quejarse de que no quedaban toallas en la sauna (y cuando fui a buscar más el tipo que me las podía dar no estaba, a todo esto con clientes esperando mientras tanto), lo de que se estropeó la maquinaria del baño de vapor y de la biosauna -más quejas-, lo del cliente sordo con el que tenía que entenderme "a grito pelao" molestando por supuesto a los otros que había en la zona de relax, los problemas con la música -los altavoces van por el techo y están justo sobre las camillas, justo de ahí caía el agua-, y lo de la vieja que insistió en tener su tratamiento de chocolate porque decía que ya había parado de llover y que tenía derecho a su tratamiento y blablablá. Por cierto, imagínense lo que es estar una hora con tu cliente sobre la camilla y mirando para arriba todo el rato porque cada medio minuto cae una gota del techo... Cada vez que cae tienes que atraparla al vuelo para que no le caiga encima, pero por supuesto tu cliente no debe darse cuenta de nada. Es algo bastante estresante, se lo aseguro. En fin, así fue el día.
Hasta aquí la introducción, que en realidad es muchísimo más larga que lo que les voy a contar de hoy. Tenía un masaje con un tipo que no conocía porque la cita la había hecho su mujer; supongo que él tendría dinero de familia, porque cuando vino resultó estar un par de escalones por debajo de Forrest Gump. El tratamiento no fue del todo fácil pero tampoco tuvo tanta complicación como otros... Hasta el final, porque resultó que cuando le dejé reposando en la camilla y fui a salir me encontré con que por la humedad la madera de la puerta estaba hinchada y no podía abrirla.
Así que ahí me tienen: el cliente bocabajo relajándose y yo tirando de la puerta como en los dibujos animados pero tratando por todos los medios de no hacer ruido. Al cabo de unos largos, larguísimos momentos por fin se abrió con
La temporada alta acaba de empezar...
Actualización: mi amiga Ana que también es masajista me acaba de escribir para contarme una situación un poco parecida que le pasó también a ella; está claro que en todas partes cuecen habas, ¿no creen?
De película de terror... Es que trabajar de cara al público en los tiempos que corren es muy estresante... Ánimo
ResponderEliminarMuchas gracias... Pues sí, aunque también tengo que decir que para terror el que pasó mi cliente; yo en realidad ahora lo recuerdo y me parece hasta gracioso ver la cara de espanto que tenía cuando le abrí la puerta, ¡malvado que es uno!
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