Moviendo el esqueleto

Aunque a veces echo pestes de mis clientes (y con toda la razón creo yo) porque se comportan como chimpancés, con todo el respeto para los chimpancés que en general son muchísimo más inteligentes que ellos, hoy les cuento esto simplemente porque me ha parecido una anécdota curiosa sin connotaciones negativas.

Un par de veces a la semana yo uso el gimnasio del hotel donde vivo y trabajo. Casi siempre coincido allí con clientes, claro; con muy raras excepciones se trata del tipo de persona (de cualquier edad) que no ha hecho deporte en su vida o al menos no en los últimos años, pero como está de vacaciones y ve que hay un gimnasio por allí va a hacer como si hiciera ejercicio para luego tener menos remordimientos cuando vaya al restaurante a ponerse como un cerdo con el buffet. Por supuesto allí nadie entrena con sistema ni planificación de ningún tipo: la gente llega, echa un vistazo a las máquinas y el material que hay, hace lo primero que se le ocurre sin calentar ni nada parecido (tengo alguna anécdota jugosa sobre algún "macho" intentando lucirse que les contaré otro día), se lesiona y al día siguiente viene hecho polvo a gastarse la pasta en masaje a ver si yo les puedo arreglar. Para mi negocio es estupendo, desde luego.

Hoy llegué al gym y no había nadie; preparé todo y cuando llevaba un rato calentando apareció una señora de unos 200 setenta y pico años. Iba vestida con falda estampada, camisa de botones, rebeca, zapatos de vestir, collar y bolso a juego (por cierto, la camisa era verde y la rebeca violeta igual que el Joker); vamos, como si fuera mi tía cuando va a misa los domingos. Yo pensé que venía a pesarse en la báscula nada más, pero para mi sorpresa soltó el bolso y se subió a una de las máquinas de cardio a paso de ir de tiendas mientras mandaba sms, se atusaba el pelo y veía la tele. Bueno, después de las cosas que veo todos los días esto tampoco es como para publicarlo...

Seguí con lo mío y al poco apareció un abuelete con muletas; se arrastró como pudo hasta una de las bicicletas estáticas, apoyó las muletas en la pared y se encaramó con esfuerzo a la bici para empezar después a pedalear a cámara lenta mirando la tele también. Por cierto que iba supermegaequipado de Nike de los pies a la cabeza -literalmente: con gorra a juego-, y llevaba hasta ¡un pulsómetro en el brazo! (Inciso: chiste de Kamil cuando se lo contaba, "¿no sería un desfibrilador por si le daba un paro cardíaco?"). Hum, ahora que lo pienso, a lo mejor Kamil tenía razón porque el pulsómetro ni lo miró en todo el tiempo que estuvo allí...

Bueno, yo ya había empezado el training de verdad y estaba superconcentrado; pero un rato más tarde vino un grupo de momias clientes también muy viejos (sobre 80-90) y bastante ruidosos, que después de saludar a la tortuga ninja de la bici se repartieron por todas partes a hacer ejercicio. Yo pensaba: "¿es que se han dejado abierta la puerta del geriátrico?". Aunque intentaba mantener la concentración no era fácil con tanto viejerío gritón por allí, así que no pude evitar fijarme en los demás... Hubo detalles graciosos, como uno de los del grupo que se acercó al soporte de las mancuernas e intentó coger las de 10 kilos que son las más grandes que tienen allí; no pudo ni sacarlas así que probó con las de 6 que casi se le caen de las manos, y acabó con las de 2 kilos levantándolas dos veces a duras penas para después dejarlas donde estaban y dirigirse a la máquina expendedora de servilletas a secarse el sudor. Optimista, el abuelo... A todo esto la abuela del Joker había terminado, se había pesado (no sé si de verdad pensaría que iba a perder algo) y se había marchado.

Pero lo mejor viene ahora. A mí me tocaba trabajar con la máquina de press de banca y una de las viejas se puso a dos pasos mirándome con atención: les describiré exactamente cómo fue la cosa para que vean. Hago una primera serie con 140 kilos y ella sin perder detalle (ya verán por qué el peso importa); sin descansar yo quito lastre, lo dejo en 110 kilos y me hago una segunda serie; la cliente estaba viendo perfectamente cuál era el peso y me veía a mí sudando tinta para poder moverlo... Por cierto, la viejilla se había subido a la báscula antes y había dicho en voz alta que marcaba 55 kilos (debía medir más o menos metro y medio). O sea, en la máquina había exactamente el doble de peso de lo que tenía ella.

Yo dejé el banco para seguir hacia la siguiente estación, pero me tuve que parar para mirar atrás: ¡la mujer se puso después de mí colocándose para hacer ella también el press de banca! Y no había quitado ni un gramo, seguía con los 110. Mi pensamiento en ese momento fue "o esta vieja es la Superabuela o me veo dentro de dos minutos llamando a una ambulancia porque se ha descoyuntado los brazos". En fin: se coloca, sujeta la barra, pone cara de esfuerzo a tope... Y no es sólo que no consiguiera levantar el peso ni un milímetro: es que no pudo siquiera con la barra sola antes de llegar al punto en que se empieza a levantar el lastre.

Les juro que lo que yo pensé fue esto: "menos mal, si llegas a hacerlo de verdad te juro que me pongo aquí mismo de rodillas a hacerte reverencias"...

4 comentarios:

  1. Pitufo bromista1/08/2010

    Te felicito por tu compostura; con una situación tan surrealista hace falta mucho para no partirse de risa ahí mismo y revolcarse por el suelo...

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  2. Hombre, llevo viviendo aquí año y medio y ya uno está curado de espanto; pero lo de los abueletes fue sorprendente, la media de edad de este hotel ya es bastante alta pero allí entre todos seguro que tenían que sumar años como para llegar a la época de antes de Cristo...

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  3. Anónimo1/09/2010

    jajajajajjaajja madre mia...yo no se..porque no escribes un libro....jajajjajajaja y sobre ir luego a ponerse hasta el culo de comida te doy la razon....todos los dias se bebian mas de 90 litros de zumo mas la fruta que llevaban y como 8 bandejas de croissanes a parte del resto del buffet al que ya no llegaba a contemplar desde mi puesto...jejej

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  4. He aquí alguien que sabe lo que dice por experiencia, ¿verdad? :-D

    Otro ejemplo: tanto en el hotel en que estoy ahora como donde trabajaba antes, era matemático: noche que había cena de gala, día siguiente que venían muchas más clientas preguntando por el masaje anticelulitis...

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