Nuestro universo invisible

The Platters: Only you

Esta última semana y pico he tenido en el trabajo a una esclava masajista en prácticas que ha venido para pasar un par de meses en el spa de mi hotel aprendiendo conmigo como actividad final de los años de estudio en su escuela. La chica viene técnicamente bien preparada -se nota que aún le queda camino, claro, pero lo básico lo sabe- y, aunque también he tenido que ayudarla con eso, sobre todo me he centrado en lo que he visto que a ella más le falta: no sé exactamente cómo explicarlo, es lo que no se puede enseñar en las escuelas... Una mezcla de psicología para tratar con cada persona, cómo saber qué decir o qué no en cada momento, cómo hablar y moverte cuando estás con el cliente, y un millón de pequeñísimos detalles más que hay que mantener permanentemente bajo control y que son la diferencia entre saber dar un masaje, ser un buen terapeuta, y ser un profesional de spa de lujo.

Fíjense que yo hasta ahora creía que esta profesión era relativamente fácil, porque todo lo que yo hago me sale automáticamente; claro, he ido aprendiendo parte de mis errores y sus consecuencias, parte por ver cómo lo hacían otros (he tenido la suerte de viajar a muchos de los mejores spa del mundo como cliente, siempre con los ojos bien abiertos), y parte aplicando la experiencia y la madurez que iba ganando de otros aspectos de la vida. Pero al ver a alguien que está "recién estrenado" y tener que hacer explícitas todas estas cosas constantemente porque aunque las daba por hechas resulta que no es así, hasta a mí me ha sorprendido que un gorila insensible como yo sea capaz de llegar a ese grado de detallismo y de "fineza" para convertir un simple masaje en algo por lo que la gente paga una y otra vez un montón de dinero... Es que son tantos microejemplos que no sabría ni por dónde empezar la lista. He intentado transmitir a esta chica las dos ideas más básicas (pensar todo por adelantado para que haya el mínimo número de sorpresas posibles y todo lo tengas preparado, y prestar atención a los detalles) y, según han ido surgiendo los casos, he ido deteniéndome en corregirla a cada momento explicándole que hay otra manera de hacer eso en concreto y que la sensación para el cliente es distinta y mejor. No puedo hacer más, aunque he de decir que ella ya sólo en estos días ha progresado muchísimo -y de hecho ya está por encima de muchos otros que conozco que llevan años ganándose la vida con esto-.

Pero vamos, todo esto es nada más que un ejemplo en el que no me quiero detener. La cosa es que con esta experiencia, no en un aula dando teoría sino en la práctica en el spa dándome cuenta de esta infinidad de detalles de calidad para hacérselos entender a ella, me ha hecho redescubrir completamente mi profesión (de todas formas ya saben que esto no es jauja y que dentro de poco lo dejo) y valorar mucho más mi trabajo. Así como alguna otra vez les he hablado de cómo el hecho de acostumbrarnos a las cosas (y personas) que tenemos alrededor nos hace olvidarnos de sus cualidades positivas porque las damos por automáticas, estos días he estado pensando a partir de esto que es normal que nos ocurra así porque a veces ni siquiera somos conscientes de lo que nosotros mismos tenemos.

Siempre que he visto sesiones de motivación o asistencia psicológica me ha dado toda la impresión -a lo mejor equivocada, no lo sé- de que eran paripés que en el fondo no se tragaba nadie; uno se autoconvence de que es una persona maravillosa como si no hubiera nadie más en el universo universal, pero en mi intuición puramente subjetiva, aquello tenía toda la pinta de que en el fondo no se lo tragaba ni al que se lo decían. "Tú eres un ser especial"... Sí, claro.

Todos tenemos habilidades destacables

Creo que si existiera la gente "especial" no podría haber una ciencia llamada psicología, que se basa en que más o menos todos funcionamos por las mismas leyes; pero sí es cierto que -aparte de lo que son cualidades personales- todos tenemos habilidades valiosas, muchas de ellas incluso a nosotros mismos nos pasan desapercibidas por lo fáciles o automáticas que las hacemos. Mi madre me puso un día a pintar una figura (es profesora de manualidades) y al cabo de un momento me dijo "deja, ya sigo yo" antes de que le arruinara todo el trabajo; una cosa que seguramente para ella es lo más simple (mojar un pincel y aplicar el color) quizá en ese momento vio que TAN fácil no sería. Es simplemente un ejemplo que se me ocurre ahora mismo, pero seguro que todos en algún momento hemos visto que somos capaces de algo que todo el mundo no puede conseguir... Puede ser cualquier cosa: entender complicadas leyes de la física o hacer que otro se sienta mejor con una sonrisa. Aunque parezca algo mínimo, seguro que no todo el mundo lo hace igual de bien; y olvidarlo, aparte de ser injusto hacia nosotros mismos, supone una sensación de satisfacción a la que no tenemos por qué renunciar. Si tenemos algo bueno ¿por qué ignorarlo?

Así que les propongo un pequeño ejercicio para hoy. Piensen cada uno en sí mismo: ¿cuáles son sus habilidades especiales? Sea porque han invertido tiempo para aprenderlas, o porque naturalmente se les da bien, ¿qué tienen ustedes que no está al alcance de cualquiera?