Cómic: el arte narrativo supremo

Cuando empecé a escribir debía tener unos quince o dieciséis años. Así como para muchos escritores lo importante son las herramientas que manejan y a partir de ellas crean sus obras (por ejemplo, Agatha Christie dominaba el género de las novelas de detectives que era lo importante, y hacía una y otra a partir de lo que ella sabía hacer) para mí desde el principio lo fundamental era lo que quería contar; una vez tenía la idea pensaba en qué formato, qué medio o qué herramientas eran las mejores para poder expresarlo, sin limitarme a lo que ya conocía... Por ejemplo una vez tuve una novela negra en la cabeza durante diez años que por alguna razón nunca conseguía escribir, hasta que un día tuve un “flash” y me di cuenta de que no funcionaba porque en realidad aquello era un western: me senté al ordenador y en 21 días me salió del tirón mi primer guión de largometraje llamado “Lejos del Paraíso”.

Esta y muchas otras experiencias me llevaron a probar de todo, en géneros y formatos: desde cuentos hasta publicidad, desde teatro hasta radio, igual un poema que un relato porno, un drama o una comedia... Me di cuenta de que si me mantenía en la comodidad de las herramientas que manejaba y no hacía un esfuerzo por aprender cosas nuevas estaba en realidad limitando mis posibilidades creativas y mutilando las posibilidades de las ideas que quería expresar por embutirlas en un formato que no era el adecuado. Claro, esto conlleva trabajar más, investigar y hacer un esfuerzo de humildad para aceptar que cada vez tienes que aprender empezando de cero... Pero también te quita prejuicios y te hace ver las cosas con más perspectiva.

Yendo al asunto que quería comentarles hoy, el cómic, antes de conocerlo desde dentro tenía la idea preconcebida que está por todas partes en la sociedad de que es un “arte menor”: me gustaban, pero tenían menos prestigio a mis ojos que la novela o el cine por ejemplo. Shakespeare, Tolstoi, Cervantes, o si quieren Orson Welles, John Houston... Hombre, es que uno se pone a ver la lista de nombres que le vienen a la cabeza en otras artes y la verdad es que impresiona; pero sobre comics ¿qué se te ocurre? ¿Spiderman?

En realidad en cómic ahora mismo hay trabajos absolutamente magistrales, que no tienen nada que envidiar a ningún otro: por ponerles algún ejemplo ahora mismo tengo en mi librería Sin City y Ciudad de Cristal, dos maravillas a la altura de cualquier obra de la Historia del Arte que se les pueda ocurrir desde el principio de los tiempos hasta hoy. Esto lo repiten una y otra vez los entendidos del mundillo, que insisten en remarcar lo de “el noveno arte” en mi opinión porque hay una especie de complejo de inferioridad que aún no nos hemos sacudido. Cuando uno tiene que insistir en algo es porque no estás seguro de que tu posición es fuerte...

Pero yo tengo clarísimo que, no solo el comic está a la altura de sus hermanas, sino que las supera con mucho. La literatura tendrá más prestigio social, pero hacer un buen cómic es infinitamente más difícil y requiere muchísimo más talento y “fineza” que hacer una buena novela. Les voy a poner un ejemplo para que lo entiendan.

Imagínense que tenemos una situación contada en un libro sobre dos personas conversando. “Luis sabía lo importante que era para él aquella charla y trataba de mantener la concentración y mostrarse sumamente interesado en las palabras de su interlocutor, pero no podía quitarse de la cabeza la discusión de aquella mañana con Silvia. La amaba con toda su alma, pero veía que la relación se le escapaba. Las ideas fluían en la conversación con aparente normalidad mientras su conflicto interior le estaba matando”.

Ahora vamos a intentar contar esto en cine. ¿Cómo lo hacemos? No podemos poner una voz en off todo el rato explicando lo que sienten los personajes; es un poderosísimo recurso de la novela que no funciona en una película. Una de dos: o renunciamos a contarlo y hacemos más plana la historia, o tenemos que exprimir las herramientas que nos quedan para hacer llegar la idea al espectador sin hablar de ella. Una mirada rápida al móvil -antes hemos podido hacer que el personaje mandara un mensaje esperando respuesta, por ejemplo-, una palabra que despierta un titubeo... Pero ¿se dan cuenta de cómo contar lo mismo es mucho más difícil? Tienes que ser más “fino”, el guionista tiene que romperse la cabeza para meter mensajes invisibles que expresen todo lo que quiere contar sin las herramientas directas y evidentes que sí están en una novela. Por eso muchas veces uno ve una peli basada en un libro y le parece que no le llega... Claro, es que es algo muchísimo más complicado y cualquiera no puede hacerlo. No es que la película sea peor: es que a igualdad de talento no sale lo mismo, hace falta más.

Pero en el cine aún tienes un equipo enorme de gente, cada uno especialista en lo suyo, que aporta su trabajo para optimizar los recursos: el actor trabaja su personaje, los matices que lo hacen “vivo”, ayudado por el director artístico, la iluminación, el vestuario, cada experto afina para que todo sea como tiene que ser. Por si fuera poco tienes aún recursos importantísimos: el paso del tiempo, la banda sonora.. Cosas que en el comic no existen como tales.

Un guionista y un dibujante, complementados por un entintador y un colorista (como máximo, en muchos casos la misma persona lo hace todo) tienen que hacer todo lo que hace el superequipo de cientos de personas en una película. ¿Hay un actor para cada personaje que se trabaje los matices de cada uno, con su director artístico que lo guíe? No. ¿Hay un director escénico que coloca las cámaras? No. ¿Hay un especialista en vestuario? No. Hay un especialista en iluminación? No. Y así la lista es larguísima, de trabajos hechos por expertos que hacen eso y solo eso, que en el comic es un trabajo que le toca al guionista inventar de la nada de manera que el dibujante pueda hacer el trabajo de todo un equipo para crear una imagen final.

Esto por no hablar de las otras limitaciones: fíjense si el sonido es importante en una película, por ejemplo. Desde el matiz en una voz hasta la música o los efectos. Y ¿qué decir del tiempo? ¿Cómo demonios metes toda la riqueza de una secuencia de dos minutos en tres viñetas? Pues así se trabaja en cómic.

Por eso hay tantas obras maestras literarias, aún bastantes en cine, y tan pocas en cómic. Es que la dificultad no tiene comparación. Cada medio tiene su lenguaje, claro, y no son comparables: pero después de mi experiencia en todos estos formatos y algunos otros mi impresión es la de que escribir una novela es como montar en bicicleta con esas rueditas laterales para no caerse, escribir cine es como no tener las ruedas en la bici pero ir con un equipo de gente alrededor asistiéndote para que la cosa marche, y crear un cómic es como ir en monociclo y buscándote la vida para mantener el equilibrio porque nadie te va a ayudar. Llegar a donde quieres es más difícil, por eso no se ven tantos monociclos por ahí.

En fin, como decía al principio para mí no hay un formato mejor que otro: cada historia requiere el suyo, aunque como preferencia personal el cómic me parece el más interesante por la enorme calidad técnica que requiere. Nuestra sociedad seguirá pensando que Hamlet tiene más prestigio que Spiderman, los comiqueros seguirán insistiendo en el rollo del noveno arte y las “novelas gráficas”, y probablemente pasarán muchos años antes de que se haga justicia y la situación se equipare; pero si tienen oportunidad de conocer este medio y sus grandes obras les recomiendo que prueben. Claro, igual que a nadie le gustan todas las novelas ni todas las películas tendrán que elegir algo acorde con sus preferencias; pero mi invitación final es a que se sacudan prejuicios y vayan a cualquier tienda especializada, pregunten y exploren. Abrirán sus mentes a una nueva experiencia artística y seguro que les sorprenderá...