Sexy, sexy
Cuando era joven tuve un compañero con el que me llevaba muy bien y, por las características del trabajo, pasábamos mucho tiempo juntos y siempre de animada conversación. Con la confianza un día me enseñó unas revistas que tenía en su taquilla: ya no recuerdo los nombres pero eran del tipo supertetas (como la de la foto) y también había otras con mujeres muy grandes y obesas. El tipo se calentaba como una plancha viendo fotos de pechugas imposibles y grasa embutida, y a mí lo que me parecía alucinante no era el hecho de que le atrajeran estas cosas sino que, si existían incluso revistas, ¡es que había demanda en el mercado para ellas!
Aparte del fenómeno sociológico, el remate del asunto vino cuando me invitó un día a comer a su casa con su familia y conocí a su mujer: si él era bastante bajito y escuchimizado ella le sacaba una cabeza de alto y pesaba por lo menos el doble que su marido, con brazos y piernas como jamones (y del pecho ni hablamos, imagínenselo). Cuando nos presentaron lo primero que pensé fue "he aquí un hombre que ha conseguido a la mujer de sus sueños"...
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