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Una vez estaba con una novia que tenía y con su padre, y les contaba un suceso de mi trabajo que me parecía absolutamente demoledor. La cosa fue así: estaba en aquel entonces trabajando en el spa de un hotel (clientes centroeuropeos habitualmente) cuando vino una familia de españoles. La regla decía que los menores de 14 años no podían pasar y muchas veces ocurría que si venían familias con niños uno de los padres se tenía que quedar fuera con ellos... Uno de los dos hijos de los españoles parecía menor de 14 y la recepcionista (alemana) se encargó de recordarles que el chico no tenía permitida la entrada. El padre dijo "mi hijo tiene 14 años", y como ella puso cara de duda el tipo insistió (con la actitud envalentonada de los clientes maleducados que abusan de su posición de privilegio con un empleado) diciendo "tiene 14 años, te firmo lo que quieras aquí mismo y si no voy a la habitación y te traigo el carnet mientras me vas preparando una hoja de reclamaciones".
Trabajar con clientes lleva las tragaderas en el sueldo y por supuesto yo no pude intervenir para poner en su sitio al subnormal en cuestión, diciéndole además lo que pensaba sobre el pésimo ejemplo que acababa de darle a sus hijos. Mi compañera se la tuvo que tragar también y les dejó pasar a todos, pero como los alemanes no suelen ser tan permisivos con el mal como nosotros al cabo de un par de minutos me dijo "yo creo que ese chico es menor de 14 años" (era evidente), y añadió "voy a comprobarlo". Y llamó a la recepción.
El chico tenía 12 años. Debo confesar que yo en ese caso ni siquiera habría llamado; más que nada porque a mí lo único que me habría importado hubiera sido tener el mínimo contacto posible con aquellos orangutanes, y me habría dado todo igual aunque al chico le pasara algo -siempre que no me afectara a mí-, que se ahogara en el jacuzzi, que hubiera un fallo eléctrico y toda la familia se electrocutara entre horribles sufrimientos o que les cayera un meteorito encima. Por mí que les partiera un rayo a todos mientras no me molestaran más. Pero por lo visto los genes alemanes de mi compañera podían más que su disgusto por tener que hablar de nuevo con ellos, así que no tuvo más remedio que entrar en el spa y decirles que efectivamente había comprobado que el chico no tenía la edad mínima para usar esas instalaciones y que tenía que salir.
Hasta aquí nada realmente llamativo conociendo lo que hay en el mundo. Pero ¿qué pasó a continuación? Mi compañera volvió a la recepción, me dijo que se lo había dicho que el chico le había respondido (ojo: el chico, no su padre) que en seguida se secaba y salía. Efectivamente, un momento después salió solo mirando al suelo en silencio, y se perdió en el exterior. El resto de la familia siguió disfrutando del spa un par de horas más y después salieron como si nada y sin siquiera decir adiós.
Les contaba esto a mi novia y a su padre, y dije: "¡pero esto es inaceptable! No ya lo que ha hecho ese padre, sino el ejemplo que ha dado a sus hijos. Mientes delante de ellos, insistes en la mentira encima abusando de un empleado, y cuando te pillan en lugar de decir 'tiene usted razón, le pido disculpas porque mi actitud ha sido una vergüenza y porque quiero que mis hijos aprendan de mi ejemplo cuando he cometido un error, y ahora mi hijo va a salir y yo también me voy a acompañarlo' lo que haces es no disculparte, dejar que tu hijo que es un niño de 12 años tenga que responder a la recepcionista ¡y encima lo mandas solo a que se vaya, pasando además solo el mal momento de cruzar la recepción teniendo que mirar al suelo de la vergüenza, mientras tú te quedas tranquilamente en el jacuzzi!".
¿Saben cuál fue la reacción de mi novia y su padre? "Bueno, tampoco es para tanto, te intentas colar y te descubren, el chico se iría a cualquier otro sitio en el hotel y tampoco le va a pasar nada por eso". Yo no me podía creer lo que estaba oyendo, y como me parecía inaceptable quitarle importancia a algo en mi opinión tan extremadamente grave al final los dos se miraron sonriendo en plan "las cosas de mi novio". Así nos va.