El futuro


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El otro día me contaba una compañera de trabajo (de Guinea Ecuatorial) que a su aldea ya había llegado Internet y que ahora su anciana madre se había enganchado al WhatsApp. Yo le hablé de dos ideas que se me ocurrieron hace tiempo: 1) abrir un proyecto altruista para llevar ordenadores viejos de los países desarrollados al Tercer Mundo (ese portátil cochambroso que ya no usas o ese monitor prehistórico pueden ser tesoros para un adolescente de Burundi, por ejemplo), y 2) complementar lo anterior creando una red de formación en informática para formar profesores de programación, que a su vez enseñen a los jóvenes de países subdesarrollados una profesión con la que puedan salir de la miseria (hoy puedes montarte tu negocio online con un minipc de 10 euros y una conexión a la red por lenta que sea). Estamos viviendo en directo uno de esos momentos históricos señalados que dan el paso a una nueva era; en ella estudiar y la tecnología serán los dos mejores aliados para cualquier persona del planeta que quiera mejorar su vida, y si los políticos de los países pobres cambiaran su codicia por un cerebro invertirían en ambas porque no existe negocio más barato y que dé más beneficios.