El plan

Ayer viernes fue el día en que oficialmente terminé mis estudios de desarrollo de software; y también ayer fue cuando hablé con mi jefe en mi trabajo principal (en el departamento de Informática de una multinacional ultramegaprestigiosa del sector del automóvil) para decirle que me voy. Les he avisado con mucha antelación porque estaré allí hasta el final de agosto (quiero ayudarles a encontrar y ayudar a la persona que me sustituya, porque el trabajo tiene tela y necesitas meses para formarte antes de rendir de verdad), pero ya lo tengo claro y no voy a cambiar.

En realidad la coincidencia del título y mi dimisión fue pura casualidad (me di cuenta al llegar a casa por un email que me mandaron de mi centro educativo para cerrar el curso), pero se podría tomar por la señal que marca el principio del cierre de esta fase de transición en mi vida. No soy capaz de expresar lo largo que se me han hecho estos años y la dureza de algunos momentos, pero ahora sí puedo decir que he completado mi aventura con éxito. Tengo otros planes profesionales y a partir de septiembre me voy a dedicar a distintos proyectos, pero esos ya caen fuera de esta serie de posts que finaliza aquí.

Hace unos seis años más o menos apareció en mi cabeza la idea de cambiar de vida y empecé a pensar en cómo podría hacerlo, hace cinco hice mis primeros movimientos, hace cuatro estaba ya trabajando los fines de semana y ya tenía disponible el tiempo que necesitaba, hace dos me tuve que pasar al turno de noche para poder combinar dos empleos con las clases, hace uno dejé todo lo demás para tener mi primer puesto bueno y estable en el sector IT, y esta mañana me he levantado con un diploma en el bolsillo, formación y experiencia profesionales para afrontar nuevos retos que ya puedo elegir yo, y sobre todo la sensación de que todo esto ha valido la pena.

Una vez cuando era joven un amigo me pidió una cosa con la que yo no estaba de acuerdo y que realmente no quería hacer. Acepté a regañadientes porque en realidad no quería decir que no y no fui capaz de negarme, pero recuerdo aquella sensación de "esto no está bien" que me reconcomía por dentro. Más tarde iba conduciendo por la autopista de camino a casa y llegado a un punto dije "se acabó": tomé la siguiente salida, paré en el arcén, llamé a mi amigo y le dije "lo siento pero no". Le expliqué lo que pensaba, le dije que sentía mucho dejarle tirado pero que la situación me obligaba a elegir entre lo malo y lo peor, y le pedí que no me insistiera ni volviera a obligarme a pasar por una situación así. Recuerdo como si fuera ahora mismo la sensación que tuve cuando terminé la llamada: fue como si me enchufara a una toma de energía, me encontré súbitamente mucho mejor, tuve una sensación incomparablemente poderosa que me hacía ver con claridad absoluta que había hecho lo correcto. Durante las siguientes semanas estuve pensando mucho en aquello y decidí (y desde aquel día hasta hoy jamás he fallado) que siempre haría lo que me hiciera sentir como en aquel momento: al principio me costaba un poco más darme cuenta de qué era lo que realmente quería en cada situación, pero con la experiencia y la madurez cada vez me fue resultando más y más fácil tenerlo claro. Por cierto, esta experiencia en concreto fue el origen de un elemento importante que plasmé muchísimos años después en un libro que se llama El Viento.

En el fondo de nuestro corazón todos sabemos lo que realmente queremos, o lo que realmente creemos que es lo que deberíamos hacer, o simplemente lo que nos haría sentir en paz con nosotros mismos; otra cosa es que seamos capaces de escuchar esa voz, nos atrevamos a lanzarnos al vacío o simplemente prefiramos la incomodidad segura pero estable a la que estamos acostumbrados a lo desconocido. Vale, cada uno sabrá lo que hace con su vida. Yo hace mucho tiempo gracias a aquel amigo aprendí una lección sobre mí mismo y desde entonces cuando tengo algo claro no me lo pienso dos veces, de momento siempre las cosas me han acabado saliendo bien (pagando el precio correspondiente) pero en realidad el resultado práctico es lo que menos me importa de todo el negocio. Esa sensación es tan maravillosa... Qué genial es vivir así.