Cómo contar una historia (9): encuentra tu voz

(Link al principio de la serie)


Jana llegó hasta la puerta, la abrió y entró en la habitación.

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Jana se detuvo al llegar a la puerta cerrada. Extendió lentamente el brazo hasta rozar el pomo con la punta de los dedos, notando el frío del metal mientras llegaba a envolverlo completamente. Lo giró del todo y empujó con suavidad: pudo oír el leve crujido del gozne al comenzar a moverse mientras la hoja avanzaba.

Lo primero que percibió fue la brillante luz que venía del otro lado: las ventanas de la habitación debían estar abiertas de par en par, porque se dio cuenta además de que la temperatura del aire allí parecía ser algo más fresca. En seguida lo comprobaría: la puerta ya estaba abierta del todo, y Jana la atravesó por fin.

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Jana llegó hasta la puerta y se detuvo un instante, dudando. ¿Debía realmente entrar? ¿Aceptaría las consecuencias de cruzar al otro lado? Un escalofrío la recorrió por un instante antes de finalmente atreverse por fin. Luchando contra su propio instinto, contra los fuertes latidos de su propio corazón, comenzó a abrir. Tenía mucho miedo, sabía que todo aquello tendría consecuencias, sentía que no estaba preparada en realidad para afrontarlas.

No, no podía fallar ahora. Había llegado demasiado lejos para arrepentirse. Respirando hondo, apretando los dientes, terminó de empujar hasta que la puerta estuvo del todo abierta y cruzó al otro lado con decisión.


Cuando un autor se decide a empezar a contar historias lo normal es que se fije en los autores que le gustan, y que quizá tome prestados elementos o referencias de ellos. Apoyarse en otros es un buen recurso para empezar, porque empezar es difícil (y aún es más difícil continuar sin dejarlo) y cualquier ayuda para superar la fase inicial puede ser muy útil.

Pero tus autores favoritos son personas distintas a ti, tienen sus propias bases y referencias, y a largo plazo tu objetivo como creador no puede ser imitar a nadie sino expresar las cosas que tú y solo tú llevas dentro y hacerlo de la forma que mejor encaje contigo. No necesitas la aprobación de nadie, no necesitas esforzarte para parecer quien no eres, no necesitas recurrir a un lenguaje artificial o a una voz que no sea la tuya porque a los autores que admiras les funcionó hablar como ellos hablan.

Cuenta tu historia a tu manera, haz que te salga naturalmente, descubre con qué te sientes cómodo y qué ayuda a que las cosas fluyan solas y qué otras cosas te suponen obstáculos que hagan que no disfrutes del proceso creativo, descubre quién eres tú como creador y no seas la sombra de otros. Tu estilo puede ser simple o complejo, minimalista o recargado, directo o sinuoso… Como sea, pero que sea el tuyo. Si te cuesta, si es como si crearas cuestarriba, si tienes que luchar con cada paso que das, a lo mejor es porque quien habla no eres en realidad tú. Muchos de los que empiezan y lo dejan lo hacen porque no se descubrieron a sí mismos como creadores, y así es imposible disfrutar.

En ese camino de autoexploración un excelente ejercicio es hacer experimentos. Probar brevemente distintos estilos, imitar a autores muy diferentes entre sí… Salir de tu zona de confort te obligará a usar recursos nuevos, usar elementos que no conoces, entender qué hacen otros y por qué. Expandir tu área de experiencia, incluso sabiendo que muchos de esos recursos luego no te harán falta a ti, te servirá para ganar otros puntos de vista y quizá así entender mejor tus propias herramientas. Habla con tu voz porque es lo que eliges, no porque no conoces otra cosa.

(Link al siguiente post de la serie)