¿Usted cree que estoy buena?

Hacía tiempo que quería estrenar esta sección, dedicada a anécdotas curiosas de ésas que vale la pena contar... Cualquiera que trabaje cara al público sabe que las cosas de que es capaz la gente superan con mucho lo que uno en principio es capaz de imaginar; y cuando ya crees que lo has visto todo llega alguien que te demuestra que te quedaste muy corto. Como dijo Einstein, "sólo hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana. Y no estoy seguro de lo primero".

Y si trabajar cara al público ya tiene sus cosas, imagínense cuando uno es masajista y tiene que pasarse el día tocando a gente desnuda durante ratos muy largos; bueno, créanme que si no lo han vivido -lo digo por mí mismo- no se lo llegarán imaginar del todo. Las cosas más disparatadas que les vengan a la mente ocurren de verdad: clientes que se meten cosas por sus orificios -no doy más detalles-, otros que vienen tan borrachos que se caen literalmente al suelo, alguno que ha querido darse un tratamiento fumando un puro mientras leía el periódico, gente que aprovecha la ducha para masturbarse, una viejilla una vez que me dió un tremendo susto por creer que se me había muerto en la camilla... En fin, les iré contando algunas historias pero hay tanto que seguro que me dejaré otras tanto o más jugosas.

Vamos con el caso de hoy; me pasó hace un par de meses y la mayoría de mis amigos ya lo conocen, pero es un ejemplo tan bueno de lo que es mi trabajo que me parece perfecto para empezar la serie. Por cierto, si son ustedes de los que creen que ser masajista es una profesión "cool" y superguay, tratando con jóvenes de cuerpos tonificados tipo vigilantes de la playa que vienen a que les alivies la tensión entre tanta sesión de deporte y playa, lamento matarles la ilusión... En fin, vamos allá:

Una española viene al spa con su padre -su madre también está en el hotel pero no ha aparecido por donde estoy yo-, dicen que son de Madrid pero parecen muy muy muy de campo (serán de algún pueblo de la Sierra), que vienen a la sauna. La chica (37 años según dice) se hace unas algas, que supuestamente adelgazan y son buenas para la piel -ejem-, y al salir se pone a contarme su vida hablar en la recepción del spa. Y aquí empieza lo bueno... Ah, por cierto, para que se hagan una idea sobre la clase de persona de la que estamos hablando, el día que vinieron por primera vez tuve que ir dos veces una a decirles cómo se abría el grifo de la ducha, no es broma, y otra a indicarles cuál era la sauna finlandesa y cuál el baño de vapor (están uno junto al otro, y les dije "el baño de vapor es el que tiene vapor, y la sauna es la otra").

Bueno, la chica sale del tratamiento, me cuenta que es que ha perdido algo de peso últimamente (está normal, con algo de barriguita y celulitis pero tampoco lo que se dice gorda) porque -atención- ha roto con su novio de toda la vida hace poco. "Él me decía siempre que nunca le gustaría a nadie más porque soy fea y gorda -esto es típico de muchos hombres inseguros, por cierto-, pero ahora he adelgazado y estoy mejor... ¿No cree usted que estoy bien? ¿Usted qué dice, estoy buena?"

Yo, mientras intentaba disimular la estupefacción, le dije "señora, está usted estupenda" (mentir es parte de mi trabajo) y ella sigue...

"Estos días que estoy en Lanzarote yo lo que quiero de verdad es ligar. Mi novio era del Opus Dei y nunca tuvimos relaciones porque esperábamos al matrimonio, y ahora yo tengo 37 años y quiero ligar con alguien... ¿Usted cree que yo podré ligar? ¿Hay sitios por aquí para salir y ligar? Porque yo creo que ahora que he adelgazado estoy buena, ¿usted no diría que estoy buena?"

Todo esto de que si estaba buena lo repitió como doscientos millones de veces (los siguientes días también, era su frase), pero lo mejor era el lenguaje corporal: varias veces se apretó las pechugas, levantó un poco la falda primero para dejarme ver una pierna mientras decía que además la piel la tenía muy bien, y ya el colmo fue cuando se levantó el vestido por encima de la braga para enseñarme las piernas. "Mire, ahora yo creo que tengo unas piernas bonitas; si me pongo taconazos y salgo a la discoteca yo creo que ligaré, ¿no?".

Cuando hizo esto último yo miré instintivamente a todas partes, pensando "como ahora venga el director o alguien por aquí y vea a una pirada en medio de la recepción del spa enseñándome las bragas me voy directamente a la calle"; pero como en ese momento el hotel estaba casi vacío al menos por ahí me salvé... En fin, le hablé de algunas discotecas que hay por aquí -yo paso por delante todos los días en mis paseos- y dijo que pensaba salir este fin de semana. "Aunque no creo que mis padres me dejen", a lo que yo respondí sin pensarlo "pero ¿no dice que tiene 37 años?". Al final le hice un par de recomendaciones, aunque por muchos problemas mentales que tenga una mujer sola en medio de una discoteca si no liga es porque ha llegado el Juicio Final; de todas formas le sugerí que no se volviera loca y simplemente fuera abierta y agradable, y seguro que si lo que quería era encontrar a alguien no tardaría en tener varios hombres entre los que elegir.

Vino un día más antes del sábado que era cuando pensaba salir, y el mismo sábado aparece por el spa y me cuenta que ha quedado con el jefe de animación del hotel que se llama Zieg (es alemán pero tiene pinta de árabe, un chico supercorrecto y muy agradable). La breve conversación que tuvimos -yo tenía trabajo- se resume muy bien en esto que me preguntó: "¿usted cree que mejor debería salir con Zieg o lo cancelo y me voy con mis padres?"

Al final salieron juntos -según me enteré de rebote todo el mundo en el hotel la conocía ya a esas alturas y había hasta apuestas a ver si por fin iba a perder la virginidad en esas vacaciones- y al martes siguiente la volví a tener para un tratamiento que se llama "baño de Cleopatra": llega, la saludo correcto y agradable como siempre, empieza el baño y sin que yo le hiciera absolutamente ningún comentario sobre el asunto me dice de repente en voz muy alta: "¡¡ay, qué guapo es Zieg!!". A mí se me ocurriría cometer una indiscreción con un cliente así que lo único que hice fue sonreír brevemente, pero a ella pareció que se le soltaba el hilo y siguió: "¡qué simpático, y qué hombre, y qué todo...!".

La tuve un rato así diciéndome que lo habían pasado superbien, que la había llevado a nosedónde, y a juzgar por el volumen al que lo gritaba me quedó la impresión de que o efectivamente perdió la virginidad y aún seguía con el shock o se quedó con las ganas y toda esa energía no era más que tensión que no había logrado liberar. Ni yo le pregunté, por supuesto, ni ella llegó a contarme más que generalidades sobre lo fantástico que era el amigo Zieg; y como de todas formas tampoco tengo mucho contacto con los trabajadores del hotel pues cuando le he visto a él no he pasado de un "hola" y nada más.

Eso sí, me contaron en recepción que el día que la chica se marchó fue como una loca a despedirse corriendo de todo el mundo (yo estaba libre, uno que tiene suerte a veces), desde los camareros hasta la limpiadora de su habitación, y repitió mil veces que el año que viene volvería. No sé si para cuando lo haga yo estaré aún aquí, pero espero que al menos Zieg sí siga y se encargue de darle lo suyo para que a los demás nos deje en paz...

4 comentarios:

  1. jejeje muy bueno me reido mucho, conclusion a la chica le gustabas tu queria ligar contigo y al ver que no le hacias ni caso se busco a otro.
    ahh una cosa yo vivo en un pueblo de la sierra de Madrid y dicto mucho de parecer una persona de campo.

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  2. Yo ahora también me río, pero créeme que hubo algún momento que sudé tinta... No creo que a la chica le gustara yo, o no especialmente vamos; más bien supongo que venía con la idea en la cabeza de "tengo que ligar", y por supuesto el masajista es un potencial candidato en la lista...

    En cuanto a lo del pueblo de la Sierra, yo la conozco porque he estado allí muchas veces y además tengo un buen amigo que es nacido y residente; pero créeme, si tú estás allí y ves a esta familia y te dicen que son de Madrid también hubieras pensado que no serían precisamente de la calle Serrano...

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  3. jajajaja! es buenisima la anectdota me ha teido entretenida mientras la lei!

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  4. Pues espera que si empiezo a contar no paro... Es lo que tiene mi trabajo, hay veces que pienso "llevo ya unos días sin que me pase algo raro, alguna me tiene que tocar pronto". Según tenga tiempo iré trayéndoles más, seguro...

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