Tenía pensado hablar sobre esto desde hace ya tiempo y con tantas ocupaciones siempre lo dejaba pasar, pero me lo recordó mi amiga Sonia la semana pasada y por fin aprovecho la tranquilidad del fin de semana para sentarme a compartir el tema con ustedes. Por cierto, antes de ir al grano y como sé que me lo van a preguntar de nuevo, aún no tengo noticias de la agencia editorial sobre el libro del que les hablé y que sigue en la nevera esperando su publicación; yo tengo tantas ganas de sacarlo como ustedes, para eso lo escribí, no se preocupen que en cuanto tenga cualquier cosita que cotillearles lo haré...
En fin, el caso es que durante la conversación le adelanté a Sonia un detalle que aprovecho ahora para comentarles a ustedes. Ya mientras estaba escribiéndolo me daba cuenta en algunas partes de que lo que estaba contando en ese momento iba a ser una bomba para mucha gente; al terminarlo se lo di a un amplio grupo de hombres para que me dieran su opinión y me dijeran qué creían que debía cambiar (resultado de mi encuesta: como ya imaginaba, no he tenido que tocar ni una coma) pero me resultó especialmente llamativo el comentario general: "como mi mujer lea esto tengo guerra garantizada", "esto va a traer mucha cola" o "¿tú te has dado cuenta del lío en que nos vas a meter como saques esto? Mejor piénsatelo dos veces". Y para que vean una muestra de hasta qué punto tenían todos razón, después de la ronda de hombres se lo dejé leer también a varias mujeres, entre ellas dos exnovias mías con las que tenía una excelente relación... Y que después de habérselo mandado las dos me han dejado de hablar. Esto promete, ¿eh?
Aparte del grupo de hombres y el de mujeres, había una persona aparte que me interesaba que lo leyera también para conocer su punto de vista: es una buena amiga que es bisexual, con lo que me podía hablar desde la parte femenina y a la vez como persona que tenía experiencia en relaciones con ambos sexos. Me llamó mucho la atención su comentario: "mira, está claro que esta es la mejor ayuda que puede tener una mujer en sus relaciones; pero por lo que conozco a las mujeres seguro que la mayoría no se dejará ayudar ayudar, preferirá seguir estrellándose y echándole la culpa a los hombres de todo lo que les pasa". En realidad el libro está planteado de manera muy constructiva, yo lo veo como el manual de instrucciones de una máquina: te viene a decir "si pulsas el botón verde sucederá esto, si pulsas el rojo pasará esto otro, y la palanquita de arriba provoca este efecto"; pero claro, tampoco me corto un pelo en hablar de los errores, las estupideces, las bajezas y las meteduras de pata propias del ser humano en general y a nadie le hace gracia que le recuerden que no eres perfecta (y más aún, que aunque tu pareja finge que lo eres o te sigue el juego en realidad a sus ojos estás quedando en evidencia).
Pero bueno, voy al tema que quería comentarles hoy. Escribí el libro sabiendo que me iba a traer consecuencias negativas, a mí y a muchos hombres que se verán en el trance de dar explicaciones cuando sus mujeres vengan a preguntarles "oye, ¿esto que dice aquí es verdad?"; y varias veces pensé que cuando era más joven no hubiera sido capaz de publicar algo así; no ya porque no tenía tanta experiencia como para recopilar todos los conocimientos, hechos y ejemplos que salpican el texto, sino porque no me hubiera atrevido a afrontar esas consecuencias. ¿Por qué ahora sí? Porque ahora siento que estoy preparado para sufrirlas, y nunca antes fui tan fuerte y estuve tan curtido como ahora. Dos exnovias me han dejado de hablar, otras personas se enfadarán y probablemente nadie más querrá salir conmigo cuando se enteren de que fui yo el que rompió el "pacto de silencio" que mantenía la tregua entre muchas parejas; hace algunos años quizá no hubiera podido afrontar algo así, pero ahora estoy por encima de las circunstancias.
"Estar por encima de las circunstancias", aquí está la clave de esta entrada y el motivo por el que la he titulado así. Si vas a una entrevista de trabajo y necesitas desesperadamente el puesto tendrás que tragar con lo que haya, intentarás dar una imagen complaciente para conseguirlo y te morderás la lengua si se te ocurre algo que te gustaría decir pero que acabaría con tus posibilidades: estás en una posición débil con respecto a lo que está ocurriendo a tu alrededor, eres prisionero de lo que quieres o necesitas conseguir. Pero ¿nunca se han encontrado en una entrevista para un trabajo que no les interesa? Es fantástico: vas relajadísimo, te permites decir lo que quieras y si algo no te gusta puedes hablar porque de todas formas no tienes nada importante que perder. En otras palabras, estás en una posición de fuerza sobre tu entorno.
La fortaleza personal de una persona está directamente relacionada con sus necesidades, con las cosas de las que depende, y por eso cuanto más en peligro estén esas cosas más te verás obligado a hacer lo que haga falta para conseguirlas o no perderlas. En este sentido solo hay dos maneras de hacerse fuerte: o tienes aseguradas esas cosas que necesitas, por ejemplo si ya tienes un trabajo estupendo y el que te ofrecen no es mejor, o te "desatas" de las cosas de las que realmente puedes sacrificar si es necesario. Es lógico: como tienes menos cosas imprescindibles es más difícil encontrar una que te obligue a pagar ese alto precio.
Y mentir en muchos casos no es un precio tan alto después de todo: si no te gusta el puesto pero necesitas el trabajo tampoco te vas a morir por decirle al entrevistador que tienes mucha ilusión por empezar, le dices lo que quiere oír y ya está. Pero siempre es peor que decir la verdad: la sensación no es la misma, te quedas mucho más a gusto cuando sabes que no tienes necesidad de esconder lo que realmente piensas y dices lo que te da la gana sin tapujos. Es un "sacrificio" pero muy pequeño, así que a poco que lo que quieres valga para ti un poquito ya estás dispuesto a hacerlo.
Pero ¿y si estás TAN por encima de las circunstancias, te da tanto igual lo que puedas perder o no ganar (no quieres el trabajo) que ni siquiera estás dispuesto a pagar ese precio tan bajo? Si de verdad quieres decir algo no te cortas y lo sueltas. La recompensa es instantánea: ¡qué bien se siente uno diciendo la verdad!
Los que hayan leído El Viajero entenderán lo que viena a continuación. Las dos lecciones más importantes que he aprendido en mi vida son: una, aprende a cerrar el pico y a no hablar más de lo necesario (bueno, como verán esta aún se me resiste un poco); y dos, no te ates a nada que no sea imprescindible. Con el tiempo he ido aprendiendo a disfrutar de lo que tengo cuando lo tengo, pero también a que si lo pierdo me lo tragaré, aceptaré las cosas como son y seguiré adelante; esto me ha hecho más y más fuerte, porque aparte de cubrir mis necesidades elementales (por ejemplo tengo que trabajar para vivir, así que con mis clientes sí me tengo que morder la lengua) ya nada está por encima de mi sensación de ser yo mismo y actuar libremente con todas sus consecuencias. Ser quien soy me ha costado perder a seres queridos, he sufrido mucho a veces, pero no me arrepiento: estar por encima de las circunstancias me ha hecho más y más fuerte, cada vez le doy más valor a esa sensación de libertad, y por ella cada vez estoy más dispuesto a sacrificar lo que sea.
En el caso que les contaba sobre el libro, entiendo perfectamente que aunque la mayoría de hombres me dé la razón nadie jamás se haya atrevido a escribir algo así hasta ahora. Para mí fue triste comprobar por ejemplo que aquellas dos exnovias se enfadaron conmigo y perdí a dos buenas amigas; pero ¿me arrepiento? ¡Absolutamente no! ¿Sé que eso no fue más que el principio, y que lo pagaré mucho más caro en el futuro? Seguro. Pero estoy por encima de las consecuencias que todo esto me pueda acarrear: la sensación de decir lo que piensas con libertad, de ser tú mismo, es maravillosa y es más importante que todo lo demás. No me atrevo a recomendarles que sigan ustedes también este camino porque no a todo el mundo le compensa aceptar todo lo que conlleva; sí creo que les merecerá la pena pensar en ello y quizá hacerse a sí mismos algunas preguntas. En este caso solo hablo por mí mismo: me alegra mucho decir que yo sí puedo permitirme decir siempre la verdad, un lujo que solo está al alcance de los fuertes.