Justo cuando sonó mi teléfono estaba pensando en algo que pensaba compartir hoy con ustedes. Llevaba todo el día de buen humor: me levanté a las 6 después de haber dormido muy bien, estuve toda la mañana trabajando en esa pequeña sorpresita creativa que quiero regalarles y solo dejé el ordenador para mi sesión de deporte, estuve planeando con un amigo cuándo vernos para el concierto de esta noche del que les hablé el otro día y, después de haber salido a hacer unas compras al supermercado, volvía a casa riéndome solo acordándome de una barbaridad que tenía preparada para El Lado Malo junto con un impresionante vídeo artístico y una foto para la sección de gatos. Entonces, hará en el momento de escribir estas palabras un par de horas, me sonó el móvil y todo cambió.
Todavía no he sido capaz de procesar psicológicamente la noticia: está en mi cabeza como en una cámara de aislamiento, yo estoy fuera observando por un cristal y tomando notas como un científico de bata blanca recopilando y evaluando datos de manera aséptica, y aún es como si la información y yo todavía no hubiéramos entrado en contacto. Todo indica que cuando la cámara se abra se producirá una onda expansiva que devastará todo a su paso hasta llegar al corazón, y por el momento no he encontrado una manera de controlarlo ni sé como cuánto de graves serán los destrozos.
Si han leído Lo que nadie te dice sabrán que no soy el tipo de persona que ante la adversidad se mete debajo de las mantas y se hunde sin más. De momento me voy a dar una ducha, me voy a vestir y me voy a ir con mi amigo al concierto de esta noche e intentaré disfrutar de una maravillosa sesión de música en directo; y a partir de mañana me tomaré unos pocos días de vacaciones del blog, y en ese tiempo intentaré hacer cosas nuevas o hacer algún viaje de uno o dos días a algún sitio en el que no haya estado nunca para diluir el veneno en estímulos positivos. Pronto estaré bien y volveré con ustedes para disfrutar juntos de contenidos interesantes y fotos de gatos.