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Cuando yo monto una empresa, si me equivoco lo pago yo solo y si me arruino acabaré pidiendo en la calle, así que me romperé la cabeza para conseguir ofrecer el mejor producto al mejor precio, ser mejor que mi competencia y triunfar: me la juego yo como accionista, para bien o para mal. Cuando un político gestiona una empresa o servicio público, si se equivoca lo pagamos todos con nuestros impuestos (en España solo el rescate a la banca pública -cajas de ahorros- nos ha endeudado ya para tres generaciones). Por eso jamás un servicio público va a ser tan bueno como uno privado, ¿tan difícil es eso de entender?
Yo quiero tener en mi país la mejor educación, la mejor sanidad, las mejores infraestructuras, la energía más barata y los impuestos más bajos: quiero que la sociedad en la que vivo sea lo más rica posible porque eso me beneficia a mí también. Quiero tener a unos tipos con contrato de cuatro años que se encarguen de garantizar mi seguridad física y jurídica así como proteger mi libertad y mi patrimonio, y de resto nos dejen en paz a todos. Pero me parece que veo el futuro más argentino que suizo, es lo que tiene vivir entre esclavos agradecidos...
(Visto en El Blog Salmón)