Mi tarta de cumpleaños


Antes de venir a Lanzarote mi amigo Alex me había mencionado una vez que le había encargado una tarta a una pastelera que las hacía personalizadas y que "hace unas cosas que alucinas". Yo creo que Alex se equivocaba: esta auténtica genio no hace pastelería, sus obras hay que definirlas más bien como "esculturas comestibles" y lo suyo no es artesanía sino arte con todas las letras. Vean su web y su página de Facebook y, teniendo en cuenta que según me contó ella nunca fue a ninguna escuela sino que aprendió sola practicando en su casa, estarán de acuerdo conmigo en que esto es la pura definición del talento. Hoy tiene un próspero negocio (con mucho trabajo detrás, claro) y le llueven los pedidos, y viendo lo que hace y lo rica que estaba mi tarta de cumpleaños (choconaranja) no me sorprende en absoluto. Por cierto que la chica del pastel se parece muy sospechosamente a la artista, yo ya había pensado de antes regalarle la sesión spa de todas formas pero me da en la nariz que a alguien le gustan los masajes...

Y atención al detalle final que es genial: lo que uno se encuentra cuando se va a comer la tarta y empieza por la toalla...


Bonus cumpleañero: otro supermegadescubrimiento y de nuevo una sorpresa inexplicable que profesionales de este nivelazo estén en una isla perdida en medio del océano tocando para cuatro turistas borrachos en el bar de un hotel de medio pelo, en lugar de llenar teatros en las más importantes capitales del mundo: Lanzarote Big Band. Once maestros sobre el escenario tocando swing, soul, jazz, latin, boogie y lo que les echen: simplemente WHAO.